El sol salió en varias ocasiones pasada la medianoche de ayer en Oviedo para despedir el verano y dar la bienvenida al día grande de las fiestas de San Mateo. Las grandes esferas luminosas de diferentes colores fueron uno de los grandes atractivos de los fuegos artificiales, ese momento marcado en rojo en el calendario de las celebraciones ovetenses, que ayer volvió a congregar a miles de vecinos y visitantes, principalmente en el entorno de los puntos de lanzamiento ubicados en el parque de Invierno.

La gigante puesta en escena de luz y ruido, elaborada de manera exclusiva y personalizada por encargo de la Fundación Municipal de Cultura, contó por primera vez con figuras que simulaban molinos de viento en un claro guiño quijotesco para complementar otras atracciones como grandes sauces llorones y varias series de efectos múltiples de color. Entre los clásicos, destacaron los crisantemos, las campanillas y las palmeras.

Al final fueron 25 los minutos y no los 35 anunciados inicialmente en los que los asistentes pudieron disfrutar de un espectáculo ininterrumpido de sonido y color, durante el que se lanzaron 33.565 unidades de cohetes, con un peso de 750 kilos y agrupados en 60 conjuntos pirotécnicos, que culminaron con una enorme traca marcada por el estruendo y las explosiones de color. "Sin duda este año hubo mucho más colorido que en los anteriores", comentaba la langreana Menchu Antuña, una incondicional de la cita pirotécnica.

Los asistentes premiaron el trabajo de los pirotécnicos con dos grandes ovaciones. La primera cinco minutos antes del final, tras una fuerte traca, y la segunda después de la descarga definitiva, repleta de llamativos tonos. "Nunca había visto un final tan guapo", explicaba la ovetense Dolores Hernández, quién se acercó al parque de Invierno con su marido y su perro "Bob".

La principal obsesión de los organizadores de la empresa pirotécnica Pablo de Cangas del Narcea era evitar que la acumulación de humo impidiese presenciar en todo su esplendor del coloreado cielo ovetense y los avances técnicos así lo posibilitaron. Los organizadores variaron al máximo los puntos de lanzamiento, la altura, el efecto y la duración de los artificios para evitar las concentraciones de emisiones, además de usar colores con baja producción de humos como el magenta, cian, limón, naranja o rosa.

El festival pirotécnico levantó gran expectación y el público comenzó desde bien temprano a colocarse en las inmediaciones del parque. Los jóvenes llenaron, animados por el botellón, las zonas verdes. No faltaron potentes equipos de música portátiles para escuchar reggaetón. Las familias, por su parte, acudieron con toallas y sillas para disfrutar cómodamente de las sonoras tracas explosionadas bajo el firmamento eclipsado por algunas nubes.

Terminados los fuegos, todos conformaron un largo río de gente que inmediatamente se dirigió en masa al Antiguo, al Bombé y las calles de la movida de la capital asturiana para continuar la fiesta hasta largas horas de la madrugada en muchos casos, pero sin agotar las fuerzas para poder celebrar hoy el día del bollo.