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Oficios mateínos

Su trabajo es un juego

Óscar Puyo y Mayte Zamorano son Trapecio y Diábola y saben cómo hacer que niños, padres y abuelos se diviertan y aprendan juntos

Mayte Zamorano y Óscar Puyo, rodeados de niños y familias, con sus herramientas de trabajo, ayer en el paseo del Angelín. MIKI LÓPEZ

Durante estas fiestas de San Mateo Mayte Zamorano y Óscar Puyo son Diábola y Trapecio y su trabajo es hacer que los niños jueguen, y con ellos sus padres y sus abuelos. Ellos son los encargados de "Cirkomotik", un espacio que recrea un circo en el paseo del Angelín, en el Campo San Francisco, y donde hay infinidad de juegos a disposición de los chiquillos y de sus acompañantes. Dedican cada día cinco horas a entretener a las familias y un par de horas más a montar, desmontar, limpiar y reparar los materiales que han traído desde Zaragoza, donde está radicada su empresa, Almozandia Animación. Llevan ya cinco años sin faltar en San Mateo, con algunos otros compañeros, y aseguran que los chiquillos ovetenses son especialmente cívicos y respetuosos.

Oviedo es un destino especialmente cómodo para ellos, que no tienen que cambiar de emplazamiento de un día a otro montando y desmontando escenarios y juegos. Aquí retiran los elementos móviles al mediodía y al final de la tarde recogen y almacenan en el edificio del Pavo Real.

Mayte Zamorano cuenta que viajan por toda España con sus espectáculos y en cada salida se lleva cuatrocientas canicas, porque lo corriente es que vayan desapareciendo poco a poco. Desde que han llegado a Oviedo, hace hoy cinco días, no han tenido que reemplazar ni una.

La risueña Diábola dice que crean todos sus espectáculos teniendo como premisa "el humor y la sonrisa", pero siempre "con un contenido didáctico". Los juegos que utilizan están fabricados en madera, porque apuestan por la tradición, y a Oviedo se han traído varios que permiten trabajar "la coordinación, el equilibrio y la puntería". En la pista central los niños -y los mayores- aprenden a hacer girar el plato chino, a lanzar los diábolos, las bolas de malabares y las mazas; también hay cariocas, barras de equilibrio, un rulo, un pedalo, una globera a la que se lanzan bolas, un faquir al que hay que arrancarle su piedra preciosa, un par de corazones, en los que afinar la puntería y aprender malabares, zancos y alfombras para la psicomotricidad.

Zamorano calcula que cada día pasan por "Cirkomotik" unos trescientos niños, con padres o abuelos, así que acaban por ser novecientas personas jugando a la vez. En la verbena del jueves contaron con la asistencia de algunos compañeros, pero ayer estaban solos ella y Puyo. "Este es un trabajo que te tiene que gustar, y si es así lo disfrutas; nuestro trabajo es jugar con los niños, y a ellos les encanta jugar", explica. Muchas veces los padres llegan con más ansia de juego que los críos y muy a menudo los abuelos se reencuentran con los juguetes de su infancia y les sorprenden: "Ayer vinieron dos abuelas y cogieron un diábolo, uno de los pocos juguetes que tenían de pequeñas, lo lanzaban y jugaban con él mejor que yo".

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