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VICTORIA R. GIL | Escritora, presenta mañana en Oviedo su novela "Una ciudad bajo la lluvia"

"Oviedo ha cambiado mucho, pero a veces parece estancada en el siglo XIX"

"En esta ciudad nos cuesta ponernos de acuerdo, nos gusta chismorrear y a veces nos ocupamos de lo superfluo y se nos escapa lo importante"

Victoria R. Gil, en el Campo. LUISMA MURIAS

La escritora y periodista Victoria R. Gil (Oviedo, 1962) publica "Una ciudad bajo la lluvia", un volumen editado por Septem. Aunque es su primera novela, esta autora participó en la antología de relatos "PervertiDos" (Traspiés, 2012) y publicó en 2013 el libro de cuentos "La curva del olvido" (Septem). La presentación de la novela será mañana en el salón de té del teatro Campoamor, a las 20 horas.

- "Una ciudad bajo la lluvia" es Oviedo. ¿Por qué?

-El título responde a dos motivos: el primero y obvio, describir Oviedo como una ciudad donde la lluvia es un invitado habitual en cualquier época del año. El segundo, convertir esa lluvia en símbolo del casco antiguo, corazón del Oviedo más conservador, frente a la nueva ciudad burguesa, moderna y liberal, que en aquel Oviedo de 1892 crece en torno a la calle Uría, donde las construcciones son lustrosas y opulentas, y parece brillar siempre el sol.

- Recrea el Oviedo de final del siglo XIX, justo el que asistió a la inauguración del teatro Campoamor. ¿Qué tiene de interesante ese momento?

-No sentía ningún interés especial por esa época antes de comenzar la novela, cuya idea surgió por casualidad, gracias a Facebook, para que luego digan que las redes sociales solo sirven para perder el tiempo. La página Todo Oviedo compartió una foto del teatro-circo de Santa Susana y preguntó a sus seguidores por el presidente del Gobierno que una noche de septiembre ofreció un mitin en él y asistiría también a la inauguración del Campoamor. Nunca había oído hablar de ese teatro-circo ni tampoco sabía nada de un acto como la apertura del nuevo teatro que debió ser fastuoso para contar hasta con un presidente, por cierto, Mateo Sagasta. Ahí empecé a curiosear, a leer la prensa de la época y quedé atrapada. Aquellos fueron unos años de cambio en Oviedo, con el crecimiento de la ciudad en torno a la calle Uría, que hasta entonces había sido bosque, caserías o industrias; surgía una burguesía moderna, vinculada al comercio y a la innovación, que deseaba disfrutar de un teatro de prestigio y no acudir a un decrépito corral de comedias del Fontán. Y descubrí un Oviedo que ha desaparecido y que pocos recuerdan: el lago del parque San Francisco, que tenía hasta barcas y cascadas, o la manzana de casas frente a la Catedral, porticadas al estilo de El Fontán, derribada en 1928.

- Su protagonista Bárbara Hevia, mitad inglesa mitad asturiana. ¿Cómo es?

-Quería una mujer como protagonista para que tuviera que enfrentarse a la sociedad de la época, que limitaba su horizonte en la vida a casarse y tener hijos. Pero también la quería adelantada a su tiempo, al menos, en cuanto a su ambición. Por eso imaginé a un oficial de la Fábrica de Armas de Oviedo que viajaba a Inglaterra para conocer otros procesos de fabricación que importar a La Vega y que regresaba a Asturias con una esposa inglesa. Con ello permitía a su futura hija, la Bárbara que protagoniza esta historia, tener acceso a una educación diferente al resto de mujeres de su entono, conocer idiomas y viajar a Londres. Una vez visto el mundo y ampliadas sus expectativas, su peripecia en esta novela no podía ser otra más que la de reclamar más independencia, más instrucción y más libertad. De los obstáculos que se encuentra para lograrlo es de lo que trata el libro.

- Barbara Hevia dice: "Así es Oviedo. Siempre andamos en pendencias por una cosa u otra". O sea, que esta ciudad no cambió un ápice.

-Ha cambiado en muchas cosas, afortunadamente, pero en otras parece que seguimos estancados en el siglo XIX. Nos cuesta ponernos de acuerdo, nos gusta chismorrear y a veces nos ocupamos de lo superfluo mientras se nos escapa lo importante. Me divertí mucho refiriéndome a situaciones de aquellos años que se aplican con certera exactitud a 2018. Como el constante cambio en los nombres de las calles que dejan insatisfechos a sus ciudadanos. O esos acuerdos municipales para echar abajo palacios, casonas o manzanas enteras, como la que mencioné antes, que desatan la discordia durante años.

- Si me disculpa, ¿cuánto de "la Regenta" tiene "Una ciudad bajo la lluvia"? Mire que estamos en época de cazadores de plagios.

-Ya me gustaría a mí que tuviera mucho. Mucho de la habilidad de Clarín para definir tan bien a sus personajes y para retratar de un modo mucho más acertado que yo las servidumbres del Oviedo en que vivió, corto de miras, pacato e inmovilista. Ambas novelas no tienen más en común que el hecho de que la protagonicen dos mujeres, pero, por supuesto, no he podido evitar su influjo y no sólo Bárbara mantiene una difícil conversación con don Leopoldo en la que entonces era Librería Martínez y después se convirtió en Ojanguren, sino que abundan las alusiones a Vetusta, al magistral don Fermín de Pas o al Regente. La Regenta forma parte de mi carga genética, creo que como de la de todos los ovetenses.

- ¿Qué tiene Oviedo para que le escriban tantas novelas? ¿En su novela, Oviedo, la ciudad, es también la verdadera protagonista?

-Ignoro lo que tiene Oviedo, salvo una capacidad extraordinaria para quererlo a pesar de sus defectos o precisamente por ellos. Dicen que eso es el verdadero amor ¿no es cierto? Supongo que como los buenos personajes literarios, sus contradicciones y su alma de largo recorrido le confieren una complejidad que lo hace muy interesante. Esa ciudad decimonónica, regida por costumbres inamovibles y convencionalismos de los que nadie escapa, creo, que es la verdadera protagonista de la historia.

- Es su primera novela tras un libro de relatos. ¿Valore la experiencia de uno a diez? ¿Mejor escribir relatos o algo de "largo aliento"?

-Siento una debilidad absoluta por el relato. Me parece un género literario muy difícil, pero, cuando se consigue escribir un buen cuento, de esos redondos, perfectos, que cuando los terminas te dejan KO, la sensación de plenitud supera a la que te proporciona cualquier novela. Escribir una novela exige de ti cosas diferentes, pero sobre todo, constancia. Es un camino tan largo que a veces sólo deseas olvidarte de ella. Pero también tiene una cualidad sorprendente, cobra vida de un modo que te da escalofríos: te persigue y no te suelta. Cuando desfalleces o cuando te atascas, te sorprendes soñando con ella o viendo a sus personajes en cualquier persona que se te acerque. Es como un virus que se te mete dentro y que sólo puedes matar con la palabra "fin".

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