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Los cultivos del Paraíso

La cirigüeña del tabaquero

La planta es prima de la adormidera y nace de forma espontánea en muros y taludes | Es conocida por su poder cicatrizante

La cirigüeña del tabaquero

Me llamaron de aquella casona de indianos porque había un problema con una palmera canaria. Seguro que ustedes conocen la vivienda, pues linda con la carretera general en un concejo del oriente asturiano, pero permítanme que no la identifique.

Visité la finca una mañana del verano de 1992. El dueño tendría unos 65 años, más o menos. Grato, don de gentes, bronceado, con ropa desenfadada de marca, respiraba jovialidad mezclada con la inteligencia que revelaba su mirada fina y profunda.

Tras ver las setas de Armillaria en el cuello de la palmera y decirle que no había salvación, me invitó a su terraza, desde la que se dominaba el mar. Alguien había dejado sobre una mesa con mantel dos mojitos y una caja de puros. Nada más sentarnos abrió la caja y me ofreció uno.

Le dije que hasta después de la comida yo era incapaz de fumar, y menos un puro digno de Churchill. "La vida es demasiado corta para desaprovechar la mitad del día", me respondió riendo. Sacó su habano de la caja, lo palpó, le dio el corte en la embocadura y lo encendió girándolo sobre la llama surgiendo un humo untuoso que paladeó como si fuese miel. Tenían una capa perfecta, lo que hice notar. "De nada vale la capa si la tripa y el capote no son buenos y están bien armados. Los cuatro pegollos de un buen puro son el sabor, el aroma, el tiro, y la estética", dijo.

Su familia, propietaria de una famosa marca de puros, había entrado en el mundo del tabaco en el siglo XIX, con una fábrica en La Habana y plantaciones en Vuelta Abajo, aunque tras la nacionalización de las empresas por parte de Fidel Castro, en el año 1959, se trasladaron a la República Dominicana. Aquella mañana hablamos de todo aquello.

Él venía a Asturias unas tres veces al año, San Roque y La Guía, imperdonables. Asturias le gustaba entera, aunque le parecía que no estaba en sus mejores momentos. "No soy la persona indicada para dar consejos, pero no veo productos de Asturias en los mercados, cuando sí los encuentro de otras zonas de España; algo no se está haciendo, y la clase política no es ni práctica ni de buena calidad, aunque mejor que la de muchos lugares. Anteponen el partido al territorio que tienen la obligación de defender, esto se ve bien; no hacen más que descalificarse unos a otros, con lo que son ellos mismos quienes siembran su descrédito entre los ciudadanos. No sé cómo no se dan cuenta. Viven enfrentados, jamás negocian, olvidando que ese es el único camino. Le pondré un ejemplo: Hace años construimos el muro de piedra que usted ve. Cuando comenzamos el trabajo uno de los vecinos se presentó aquí con cierta hostilidad; quería parar la obra diciendo que inmediata al linde, pero en su parcela, existía desde siempre una mata de cirigüeña, o cirigüeya, que usaban en casa para las heridas, y que la obra de cimentación que exigía el muro la destruiría, cuestión que no iba a permitir", explicó.

La cirigüeña, o celidonia -Chelidonium major- es prima de la adormidera, especie de la que se extrae el opio. Nace espontánea cerca de muros y taludes. Luce sus flores amarillas de primavera a otoño, y es muy conocida por el poder cicatrizante de su savia anaranjada, usándose también para la eliminación de verrugas.

Aunque es muy tóxica, por lo que está limitada su venta, se toma en infusión por su poder sedante, antiespasmódico, y antitusivo. Arrancando un trozo de mata con tierra a finales de otoño y regándola el día de colocación en el lugar de asiento se puede multiplicar con éxito.

"Era una tontería, pues esa planta abunda, pero es mucho más operativo llevarse bien. Ordené retranquear ligeramente el muro, y tan contentos. El vecino difícil, agradecido, y yo con la finca cerrada. Pues como eso, todo. En vez de bloquearse, los partidos tienen que buscar soluciones que sirvan para los ciudadanos. Como hice yo con la cirigüeña", prosiguió mi anfitrión.

"¿Y sabiendo el truco por qué no se arregló usted con Fidel?, pregunté. "Porque las negociaciones, como las parejas, son cosas de dos. Y a veces de tres", respondió convencido.

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