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La falta de mujeres en el callejero

Solo el 3% de las referencias de las vías públicas en Oviedo están asociadas a personajes femeninos, por debajo de la media nacional

La falta de mujeres en el callejero

Para conocer los nombres de las calles de Oviedo y sus pormenores es obligada la consulta de una serie de artículos firmados por Benito Canella y Meana en "El Carbayón" y los de su hijo Fermín Canella y Secades en "El Correo de Asturias" en 1903. Comenta al respecto la cronista Oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve, en un escrito publicado en estas mismas páginas, que don Fermín -hombre muy preocupado por todo lo relacionado con su ciudad natal- lamentaba la manía de desvestir un santo para vestir otro y lo focalizaba en el cambio de la calle Salsipuedes (cartel frecuente en otras ciudades) por la del médico Ildefonso Martínez, designación que nunca prosperó.

Como complemento a los citados artículos hay que añadir algunos libros sobre la materia. Uno de ellos corresponde al naturalista carbayón Máximo Fuertes Acevedo ("Las calles de Oviedo, su fisonomía y carácter físico, moral y político de sus moradores"), escrito en el último cuarto del siglo XIX. Otro de interés concierne al susodicho Fermín Canella, publicado en 1888 y titulado "El Libro de Oviedo". El tercero, interesantísimo, es el de José Ramón Tolivar Faes, el archiconocido "Nombres y cosas de las calles de Oviedo" (tercera edición de 1992), y el más reciente es "Historia de las calles de Oviedo", editado en 2005, del que es autor José Ramón Tejo.

La problemática de mutar apelativos es bastante complicada. Aunque cada municipio tiene su propia normativa para bautizar sus calles, existen también leyes estatales al respecto, tal es el caso de la Memoria Histórica (art.º 15.1 de la Ley 52/2007) que posibilita retirar la denominación de personajes o de menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, Guerra Civil o de la represión durante la dictadura. A modo de ejemplo, en lo que atañe a Oviedo el Consistorio reformó en 2016 el nombre de 21 calles, modificación que se encuentra "stand by" por una sentencia del Juzgado de lo Contencioso n.º 6, a la espera de subsanar la carencia de motivación y acreditar que concurren los requisitos legales establecidos.

Unas veces, los cambios del repertorio pueden deberse a exigencias urbanísticas: en otras, la causa se fundamenta en la confusión provocada por nomenclaturas repetidas o muy parecidas, pero lo más habitual es que se varíen para honrar a personajes, instituciones o eventos relevantes.

El nombre de una calle o plaza es algo más que una simple placa colocada en una fachada, pues refleja evocaciones de tradición local, acontecimientos históricos y honores a personas apreciadas, si bien pocos son eternos y se modifican a lo largo de los tiempos; son especialmente propicias las épocas en las que se producen vaivenes políticos (a destacar el período de la primera y segunda república y en el régimen franquista), dejando una impronta importante en el callejero. En la elección de los rótulos es recomendable tener en cuenta las características culturales, sociales e historicistas del lugar y están expresamente prohibidos aquéllos que conduzcan a error, sean malsonantes o cómicos, los dedicados a terroristas o los que signifiquen discriminación hacia las minorías.

En el caso ovetense constituyen un recuerdo remoto los títulos, correspondientes a vías o plazas destruidas o modificadas, del antaño conocido como "barrio mercantil". Se centraban en calles tan simbólicas y alusivas como Rúa, Azogue o Salazogue (hoy San Antonio), Brotería (Trascorrales), Cadafalso (actual plaza de la Constitución), Ferrería (Mon), Zapatería (Estrecha), Viña (San José), Pedrera del Mercado (confluencia de Cimadevilla con San Antonio), Socastiello (San Juan), etcétera.

Las obras bibliográficas mencionadas al principio descubren cómo se reparte la tarta de afortunados y celebridades en el casco urbano de Oviedo. Figuran en el cuadro de honor -con un puesto muy destacado (de un 40%)- calles con denominación impersonal y le siguen los antropónimos concernientes a artistas (10%), religiosos (8%), investigadores y profesores (7%) y políticos (6%). En un escalón inferior (entre un 3 y 4%) se sitúan las dedicadas a médicos, militares, literatos, financieros, industriales y ensayistas. El restante porcentaje se distribuye entre arquitectos e ingenieros, alcaldes, designaciones varias, juristas, reyes, personajes de ficción, periodistas, deportistas, conquistadores y heroínas.

Uno queda absorto y boquiabierto al comprobar lo relegadas que están las féminas en el índice municipal de topónimos. Asómbrense ustedes ¡solo el 3% de las calles están asignadas a mujeres! y, de ellas, algo más de un tercio se otorgan a acaecimientos religiosos, recibiendo mayor atención las advocaciones a la Virgen (Concepción o Magdalena) y las alusiones a santas (Teresa Jornet, Santa Ana, Tránsito de Santa Bárbara, Santa Clara, Santa Eulalia de Mérida, Santa Susana o Santa Teresa de Jesús).

Estas cifras estadísticas se encuentran bastante por debajo de la media nacional, donde el 5% de las rúas evocan a la mujer. El interrogante que suscitan tales circunstancias puede ser de esta índole: ¿por qué grandes mujeres, con una trayectoria vital rebosante de personalidad, talento y creatividad, no son reconocidas en el nomenclátor?, o esa duda razonable de si ¿no tendrá mucho que ver en esa ausencia la misoginia ancestral de la que aún quedan multitud de prosélitos?

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