Zulima García y Ángel Arbesú pasan de los ochenta años y viven desde que se casaron en una casa preciosa de la parroquia de Sograndio, con su perro, sus gallinas y los recuerdos de un paisaje verde hasta el infinito que se llevó por delante hace tiempo la cantera de Priorio. Ahora, justo donde acaba su parcela, el color cambia radicalmente y choca de lleno con el árido de una explotación que, según cuentan, rompe a diario la paz que se ganaron con muchos años de trabajo. "Los días en los que hay voladuras nos tiemblan los cristales y, a veces, nos llueven piedras del tamaño de un balón de fútbol como si fueran proyectiles", explica el hombre.

Zulima García asegura que ser vecinos "de puerta con puerta" de la cantera es "un horror" que pasa factura a diario. "A las siete de la mañana se ponen a picar la piedra y el ruido es insoportable. Nos tiemblan los cristales y todas las paredes de la casa", afirma. Desde hace tiempo tienen miedo salir al jardín. "En línea recta no hay mucho más de cien metros entre nuestra casa y la cantera. Un día nos va a caer encima un pedrusco y nos va a matar", asegura Ángel Arbesú.

El matrimonio, al igual que la mayoría de los vecinos del entorno, se ha sumado al movimiento surgido para luchar contra la instalación de una planta de asfalto y otra de hormigón en el recinto de la cantera, una iniciativa empresarial que también cuentan con el rechazo del Ayuntamiento y que la empresa sigue tratando de sacar adelante. "Por si fuera poco todo lo que llevamos pasando durante los últimos años ahora quieren ponernos unas plantas que nos han dicho que son cancerígenas. Esperemos que no los dejen porque sino van a matarnos a todos", dice Zulima García.

Mientras el matrimonio charla con este periódico, otros habitantes del entorno se van arrimando para contar sus propias experiencias como vecinos de la cantera. Al final se juntan alrededor de diez personas. "Yo tengo toda la casa rajada, con grietas. Y lo peor es que no merece la pena arreglarlas porque al poco tiempo vuelven a aparecer", sostiene Manuel Braulio González, que vive justo enfrente de Zulima García y Ángel Arbesú. "Hace unos meses estaba un albañil trabajando en el tejado de una casa de por aquí cerca y le cayó una piedra al lado. Estuvo a punto de morir dos veces, una por la piedra de la cantera y otra por el susto", afirma el hombre mientras muestra las paredes dañadas de su vivienda.

Los vecinos de la zona afirman que los efectos negativos de la cantera en el entorno son tan tales que llevan años sin poder comer las manzanas que dan sus árboles. "No hay una que se salve, están todas las frutas dañadas y algunos árboles se están secando por culpa de toda la contaminación que nos estamos tragando. Y ahora encima quieren ponernos unas plantas que son cancerígenas al lado de casa. No nos vamos a dejar pisar más", afirma con rotundidad María Antonia González.

El presidente de la Asociación de Fabricantes de Áridos del Principado de Asturias (Afapa), Miguel Alonso, asegura que las ocho canteras que operan en el municipio de Oviedo, entre ellas la de Priorio, generan alrededor de medio millar de puestos de trabajo y son respetuosas con el Medio Ambiente. "Eso no se lo creen ni ellos. Por un lado no hay tantos trabajadores ni en broma, y por otro está probado que las canteras son una industria muy contaminante", señala Julio Rodríguez. "Yo no sé qué es lo que hacen pero todos los días tengo que limpiar las ventanas porque se me ponen negras, con un dedo de polvo", subraya Zulima García, indignada con la situación.