"Me voy al bar de enfrente, hay muchas formas de rendir homenaje", lo decía un músico ovetense ayer, a las cinco de la tarde, a la puerta de la iglesia de Nuestra Señora de Covadonga, en Bermúdez de Castro. Otro músico respondía: "Me uno, vamos a tomar un chupito". Era su particular forma de homenajear a Guti, Agustín Blanco Arreondo, el bajista que comenzó con los "Parrys" hace décadas y que en los últimos años tocaba con "Perro Blanco Blues" y todo el que solicitase su colaboración. Guti falleció el martes a los 68 años de edad.

La escena musical ovetense y asturiana de las últimas décadas había perdido a uno de los suyos y, como también se comentaba en los corrillos, "cuando se va un músico se pierde algo especial y las cosas son distintas". Distinta era la sensación en el funeral. Era de duelo, por supuesto, y de mucho dolor, pero también de la actitud rockera de "el show debe continuar". Todos querían coger sus instrumentos para rendir tributo de la mejor forma que saben, tocando. Y lo hicieron. En el funeral no podía faltar la música. Los músicos son de una pasta especial, sufren como todos cuando pierden a un ser querido, pero sus lágrimas se convierten en notas; la rabia, el dolor y el llanto se muestran a golpe de riff o de bombo de batería. Ellos lo saben y así lo quieren, cuando están y cuando se van.

"Hay que seguir tocando, hay que seguir con la vida que él quería que llevásemos; es muy duro, es muy doloroso, pero debe ser así, aunque ya nada será lo mismo". Lo decía Alejandro Blanco, hijo del fallecido y percusionista imprescindible en Asturias. Ésa era la actitud de la multitud que peregrinó ayer hasta Bermúdez de Castro con muchas horas de escenario y furgoneta a sus espaldas. A Julio Fernández, con quien Guti tocaba en los últimos años en "Perro Blanco Blues", apenas le salían las palabras, pero tenía claro que había que seguir adelante, aunque nada será lo mismo, "porque Guti era...", dejó en suspenso porque no era capaz de unir en una sola expresión las palabras amigo, hermano o compañero.

Los músicos se bajaron ayer de los escenarios, pero volverán aún con más empeño y mirarán al cielo para dedicarle la música, esa magia que sólo ellos son capaces de crear, a uno de los suyos, a uno que no está pero que siempre estará con su bajo Ibanez para marcar el ritmo con las cuerdas gordas.

No estaban todos los que eran, pero sí eran todos los que estaban. En el funeral había músicos que ya pasan los 60 y otros en la treintena. Allí estaban compañeros de los primeros años y de sus últimas épocas, de los conciertos en Canary en los setenta a las "jam session" del Gong Galaxy Club o las actuaciones en el Lennons.

Unos habían compartido escenario con él, como el propio Julio Fernández y Avelino López, y otros le habían conocido años después, y alguna vez también habían coincidido en alguna sesión. Compañeros de carretera de su hijo con Ángel Miguel o Pablo Moro o Sam Rodríguez. A la despedida se sumaron músicos de todos los palos que disfrutaron con Guti. El guitarrista Borja García, los bajistas Alberto Téllez y Fernando Espina, el cantante Manu Velasco, el saxofonista Tomás Fernández, o la violista y guitarrista Cristina Gestido. Todos quisieron despedir a un amigo que abrió camino y arropar a una familia que seguirá sus enseñanzas. La música seguirá sonando por Guti.