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Aquel día en el que llegó el miedo

El estruendo que produjo la caída de un cuadro en medio de la noche fue suficiente para provocar un gran temor

Aquel día en el que llegó el miedo

Nadie me enseñó lo que era tener miedo. En mi casa no había "coco" ni "hombre del saco" ni otro personaje al que se le temiera. De pequeño, ni mi madre ni mi padre me hablaron en ningún momento, de lo que era tener miedo.

Tan sólo se bromeaba acerca de la etapa en la que mi padre fue secretario del Ayuntamiento de La Caridad (en el concejo de El Franco). Al parecer, a los niños se les decía que si se portaban mal les comería "los papois", que tampoco supe lo era tal imaginario monstruo.

La cosa es que, sin miedo o con él, imaginariamente llegó un momento en mi vida que, al acostarme, siempre me agaché para ver si había alguien debajo de la cama. Ya era bien mayor y seguía haciendo lo mismo. Y nunca tuve a nadie por suerte. Más una noche... les cuento y no es un cuento ni de Calleja. Estábamos de vacaciones en Deva (Gijón) y tuve la necesidad de ir a Oviedo a un asunto del banco. Como se me hizo tarde, me dio pereza regresar a Gijón, con lo que decidí quedarme en mi casa de Oviedo.

Cené lo imprescindible y me dispuse a acostarme en la cama. Lógicamente, antes, miré si había algo debajo. No había nada, claro. Puse la radio, me metí entre las sabanas y justo en ese momento escuché un estruendo en el salón, que estaba próximo a mi habitación. El corazón se puso a 200, por lo menos, a la vez que pensaba cómo resolver aquel miedo que me aterrorizaba. No hubo más ruido y yo me fui tranquilizando poco a poco, pensando cómo abordar de donde había salido aquel sonido. Me levanté, encendí La Luz del pasillo, previo al salón, abrí un poco la puerta, metí la mano y encendí la lámpara que más iluminaba el salón. Y entonces me atreví a abrir más la puerta y la gran duda y el susto quedó despejado al instante: un gran cuadro pintado al óleo se había desprendido de la pared, cayó sobre unas sillas y se quedó apoyado sobre la mesa del comedor. El cuadro estaba sujeto con una cuerda que se había ido gastando. Fue a romperse precisamente, ese día que yo estaba solo en casa y por la noche. Ese día supe de verdad lo que era tener miedo sin que nadie me lo enseñase. A partir de ese momento, todos los cuadros que había en casa fueron colgado de un alambre.

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