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Los cultivos del Paraíso

El muérdago en la ruta de Feve

La planta, a la que la mitología atribuye atraer el amor, se usa como remedio para los hipertensos, afonías y complemento en los tratamientos oncológicos

Una planta de muérdago al lado de un vagón de tren de juguete. PELAYO FERNÁNDEZ

Compré el pan y el periódico. Mientras desayunaba mojando las tostadas en el café aromático y paladeando LA NUEVA ESPAÑA, leí las palabras del nuevo ministro de la cosa en su visita del día anterior. El paso del AVE bajo la cordillera ya estaba encarrilado, a pesar de lo poco que habían hecho ministros anteriores, y además en su maletín traía la solución para resolver el aberrante error de la estación de ferrocarril de Gijón, trasladada a las afueras, cortando la autopista, y volviendo loca a la gente para entrar y salir de la villa. Y un buen montón de asuntos más.

Para los enamorados del tren, como el que suscribe, estas noticias son maravillosas, aunque siempre quede un poso, (tremendo, por usar un adjetivo moderado), de desconfianza.

El ministro sacó otro triunfo: también realizaría el nuevo trazado de ferrocarril desde Pola de Lena a Gijón, todo un proyecto, con sus derivadas de expropiaciones, cajas, viaductos, electrificaciones, edificaciones, en setenta kilómetros. El AVE total. La pila de millones, más que el presupuesto anual de Uganda, y con ello se acortaría en ocho minutos la duración del viaje a Madrid.

Aquello era como la chistera de un prestidigitador. "Lo que es tener dinero?", me dije, empapando otra tostada. No entendía muy bien lo del nuevo trazado desde Pola de Lena a Gijón, un gasto terrible, únicamente para ganar unos minutos, pero yo no era el ministro; sus razones tendría. Tras el desayuno y el periódico -tan sabrosos ambos- marché para la estación de ferrocarril. Iba animado; por fin se iba a actuar sobre uno de los problemas importantes de Asturias, los trenes, cuestión que a su vez aminoraría el dilema del exceso de uso de los automóviles. Un día redondo.

Cuando se va en tren hasta Oviedo, un poco más allá de Colloto hay unos álamos. Son altos, espigados, y resisten bien, a pesar de ser una especie poco longeva. Pero de un tiempo a esta parte están siendo colonizados por "arfueyu", en castellano muérdago, conocido también como "liga", porque de sus frutos se extrae una pulpa resinosa muy adherente con la que los güajes fabricaban un pegamento al que quedaban pegados los tordos. El "Viscum álbum", vive sobre árboles de hoja caduca, parasitándolos, y arruinándolos hasta secarlos. En Asturias es de gran incidencia en pomaradas. Es por tanto una plaga, pero como todas las plantas también tiene sus virtudes. Fue una de las más utilizadas por los druidas (Asterix y Obelix saben bastante de ello). Se creía que traía la fertilidad y el amor, desconozco en qué orden, de ahí la costumbre de besarse cuando una pareja pasa por debajo de ella, y que ahuyentaba el mal (la recuerdo en mi infancia colgada sobre el quicio de la puerta de las casas). Pero yendo a lo real se usa como remedio para los hipertensos, afonías, y como complemento en los tratamientos oncológicos, pues aumenta el sistema inmunológico y los niveles de endorfina. No obstante, en dosis elevadas es tóxica, como todo.

Metido en estos pensamientos no me di cuenta de que ya pasaban quince minutos de la hora y que el tren no había llegado. Algo habitual en Feve. En la máquina de billetes hay un interfono. Pulsé el botón. Al otro lado de la línea respondió un empleado. Pregunté por el retraso.

Me dijo que aquel tren estaba suspendido. "¿Y sabe usted el motivo de la suspensión?, le pregunté. La respuesta fue simple, a aquel tren le había roto un rodamiento en Nava, y allí se quedó. Era un tema de dinero. "Pero, oiga, un rodamiento cuesta cincuenta euros, y el ministro acaba de decir?". Pero me interrumpió el interfono: "El ministro, el ministro? no sea inocente, hombre".

Recordé que no hacía tanto, había venido el ministro anterior, de otro partido, gran amante de Asturias, según él. Iba a echar una mano en todo lo que pudiera. Pero se ve que no pudo. Fue cuando descubrí la argucia: los ministros utilizaban el sistema del arfueyu; las promesas eran la liga, y los ciudadanos los tordos.

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