Sonrisas, ilusión y mucha impaciencia ante la llegada de la Navidad. Esos fueron los sentimientos exteriorizados por las decenas de niños que acudieron acompañados ayer a la Catedral para recibir la bendición de los Niños Jesús de su nacimiento por parte del Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes.

La celebración instaurada en 1995 por iniciativa del entonces arzobispo Gabino Díaz Merchán puede ya considerarse una tradición, que el prelado actual aprovechó para destacar la simbología de los misterios para nuestra sociedad. "La vida es un belén que nunca acaba en el que cada uno tiene un lugar", explicó Sanz Montes antes de proceder a bendecir las pequeñas figuras.

El Arzobispo recordó su pasión por los belenes desde su infancia cuando en compañía de sus siete hermanos menores e hizo una particular interpretación del evangelio del nacimiento para ilustrar a los niños presentes. "El señor no vino en una nave espacial como las de la Guerra de las Galaxias, sino que vino pequeño a través de una mujer muy joven y virgen", explicó para luego puntualizar que José se hizo cargo del pequeño Jesús "a pesar de no haber tenido nada que ver".

Las primeras en recibir la bendición de Sanz Montes fueron las pequeñas Carlota de Miguel y Paula de González, quienes a pesar de su corta edad ya cuentan con una larga experiencia en dicha bendición. "Venimos todos los años", indicó su acompañante y madre de la primera de las afortunadas, Lucía Busto.

Entre el público, muchos incondicionales, en su mayoría madres y abuelas, encantadas de ver a sus pequeños sonrientes tras recibir la bendición de Sanz Montes. "Es un acto precioso, muy sencillo, pero para mi de los más bonitos de la Navidad", declaró Dolores Mencía, una feligresa que se confiesa "muy navideña" y partidaria de mantener e incluso ampliar este tipo de iniciativas a otras parroquias. "Estas fiestas son de los niños y son los que más agradecen que se les dediquen estas ceremonias", apuntó.

Tampoco faltaron debutantes como la pequeña Nerea Izquierdo, de tan sólo dos años y medio, que llevó para la ocasión, acompañada de su madre, Pilar Carreño, y su abuela, María Dolores Alonso, el Niño Jesús familiar y un nacimiento importado desde Moscú. "Es muy peculiar y decidimos bendecirlo", comentó la abuela mientras se le caía la baba mirando para la pequeña.