El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, acostumbra a pasar parte de la tarde del día de Nochebuena en la cárcel. Allí estuvo una vez más este 24 de diciembre compartiendo unas horas con los reclusos del centro penitenciario de Asturias. En la cárcel encontró lo que, según él, son para un cristiano los secretos de la vida. "Los internos me dejaron tres mensajes, un regalo de Navidad que abrió mis ojos", aseguró. Uno de los reclusos le dijo "mi padre acaba de morir, yo estoy aquí, rece por mí y por él"; otro reo le confesó "acabo de tener dos hijos, han nacido gemelos y no los conozco, rece por nosotros"; un tercero le dijo "me queda mucha condena por cumplir, hice algo tremendamente grave, pero hay alguien que me espera, que confía en mí y me pide que no le defraude, es mi padre".

Para Sanz Montes, en estos tres comentarios de reclusos del centro penitenciario asturiano se encuentra parte de la filosofía de la Natividad que se celebra estos días. "Una vida que empieza, una vida que se acaba y otra que espera para empezar de nuevo", resumió.

Lo dijo ayer en la Catedral de Oviedo, en la misa pontifical del día de Navidad, un oficio en el que la Catedral se llenó de fieles para celebrar una de las tres Pascuas cristianas, la de la Natividad de Jesucristo, las otras dos son la de Resurrección y la de Pentecostés.

El Arzobispo quiso mandar un mensaje de esperanza, porque "el corazón del hombre no puede dejar de esperar", dijo parafraseando a Cesare Pavese. Sanz Montes recordó que la Natividad de Cristo que se celebró ayer ha sido reflejada por poetas, pintores, escultores y músicos, pero también señaló que el ser humano "no es capaz de lograr una tierra habitable para todos". Habló el Arzobispo de "exterminios subvencionados", pero aun así mostró su confianza en lo que para él suponen estos días del nacimiento del Mesías cristiano, "una buena noticia que no sale de las urnas votadas ni de las bolsas cambiantes", sino de la fe y la esperanza.

La misa comenzó con la belleza del coro cantando el "Adeste fideles". Por ese camino, el de los villancicos, continuó el Arzobispo, que al inicio de su homilía recordó al sacerdote austriaco Joseph Mohr y al organista Franz Xaver Gruber, que compusieron hace 200 años el clásico "Noche de paz". Sanz Montes trajo al presente las visitas que hizo a la pequeña iglesia de San Nicolás (Nikolauskirche) de Oberndorf, cerca de Salzburgo, donde hace doscientos años se interpretó la canción por primera vez.

Los villancicos, la música de la Navidad, sonaron también durante la cena de Nochebuena en la Cocina Económica de Oviedo, en esta ocasión interpretados a la gaita por Vicente Prado, "El Pravianu". En este acto, en la cena de la Cocina Económica, participó también Jesús Sanz Montes, pero en esta ocasión no lo hizo con los hábitos de máxima autoridad eclesiástica en Asturias, sino que acudió con su hábito de franciscano. Sanz Montes pasó la velada sirviendo vino y gaseosa a los comensales, a los que agradeció que le diesen la oportunidad de poder serviles la cena.

Un menú especial, en el que excepcionalmente se pudo beber una copa de vino al tratarse de la cena de Nochebuena, sirvió para que las personas más desfavorecidas pudiesen disfrutar de algún modo del espíritu navideño. Sanz Montes fue uno más del grupo de voluntarios que anualmente se dan cita en las instalaciones de la calle San Vicente para servir la cena de Nochebuena. En esta ocasión se cenó temprano, a las nueve de la noche.

Una fiesta con buena comida, música y solidaridad entre voluntarios y usuarios.