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La Fundación de Cultura, resurrección fallida

Con escaso personal y con luchas internas, ha dado pocas satisfacciones

Al margen de los problemas de contenido, Oviedo tiene también con la Cultura un problema de gestión. Los polvos que trajeron los actuales lodos se entierran, no en los primeros años de gobiernos de Gabino de Lorenzo, sino más bien en los segundos. De Lorenzo, con Del Viso en la concejalía, respetó inicialmente el modelo de la Fundación Municipal de Cultura de los años de Masip: un equipo de gente brillante con colaboradores fijos especializados en diversos ámbitos. Varias generaciones de ovetenses recuerdan los ciclos especiales de cine en el Campoamor, los encuentros literarios, las exposiciones o, más allá, fruto de los propios intereses iniciales de De Lorenzo, la reactivación de la Bienal de Arte o los concursos internacionales de fotogafía.

Todo aquello desapareció en algún momento. Cuando el entonces alcalde mandó apretarse el cinturón, menguó el dinero para Cultura y la Fundación desapareció. También el Centro de Arte Moderno Ciudad de Oviedo y el Café Español; y la cultura se fue ligando a los gustos del Alcalde, que se entregó en lanzar el programa de zarzuela y respetó e incluso potenció la programación lírica.

El problema es que mientras todo lo que tiene que ver con "la clásica" (Conciertos del Auditorio, Jornadas de Piano, Festival de verano?) funciona bajo la estructura de la Fundación musical "Ciudad de Oviedo", saneada en la gestión y ejemplar en su contenido gracias al trabajo constante de Cosme Marina, las otras disciplinas han quedado huérfanas de una estructura similar que aporte profesionales, recursos y flexibilidad para invertirlos.

Cuando De Lorenzo perdió la mayoría absoluta, la oposición, en especial PSOE e IU, forzaron a rescatar la Fundación Municipal de Cultura. El problema fue pensar que un cambio de nombre lograría un cambio en las inercias. Sin mucho más personal que el que ya tenía ni mucha más independencia de la estructura municipal, la actual Fundación vivió un lío con el proceso para elegir un gerente. Y acabó, precisamente, con la paradoja de que el puesto lo obtuvo un técnico, Roberto Sancifrián, que no goza del favor del concejal -Roberto Sánchez Ramos- ni del funcionario de mayor rango en el área, Juan Vega, que siempre se ha resistido a que el que entiende como su puesto natural saliera a concurso.

Así las cosas, con poco personal y enfrentado en luchas internas, (el último episodio, en estas páginas, cuando Sánchez Ramos desautorizó a Sancifrián, que pretendía cobrar por el uso del Filarmónica para actos sin ánimo de lucro ) pocas han sido las satisfacciones que ha dado la Fundación Municipal de Cultura. Una, la Noche Blanca, que gracias al favor del públco ha logrado consolidarse en el calendario. No obstante, dentro del mundo artístico también tiene su cuota de rechazo con el argumento que es mucho dinero en una sola noche para un Ayuntamiento que no cubre la programación estable durante todo el año. Otro pequeño éxito ha sido la semana de cine Saco, crecida después en los ciclos Radar. De nuevo, la virtud de un profesional puesto al frente de una programación como es Pablo de María.

Más allá, la Fundación o el Ayuntamiento no ha sabido o no ha podido redibujar la estructura de teatros y de recursos, diseñar un nuevo organigrama o, si fuera preciso, alumbrar una empresa mixta tipo Divertia, en Gijón, desde la que poder contratar a especialistas y poner algo de orden en el área de Cultura. A día de hoy, ejemplo de la precariedad que vive el área, un teatro como el Campoamor o el Filarmónica no tienen director o responsable específico, nadie que coordine toda su programación y ni siquiera una pequeña página web explicando lo que allí se ofrece.

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