A Hugo Sánchez, un niño ovetense de nueve años, le han traído los Reyes una pistola de la Guerra de las Galaxias. Seguro. Han tenido que hacerlo porque ayer se lo pidió a Melchor con tanta insistencia que es imposible que se le olvidase. "¡Por favor, por favor, vivo en Pumarín y me he portado muy bien!", repetía el pequeño apoyado en una de las vallas de seguridad instaladas a lo largo de todo el itinerario de la cabalgata, un desfile que congregó en Oviedo a "más de sesenta mil personas" y que, según los datos que maneja el Ayuntamiento, "batió todos los récords de afluencia" vigentes hasta la fecha. Lo cierto es que no quedó un solo hueco sin ocupar en los dos kilómetros y medio de recorrido y que en la mayoría de las calles había hasta ocho filas de personas detrás del vallado esperado a sus Majestades de Oriente, muchas de ellas con sus pequeños sobre los hombros para que no se perdieran nada de un evento mágico para los niños.

Hugo estaba esperando a la comitiva en el entronque de la calle Independencia con Uría, muy cerca de la Escuela de Minas, el punto desde el que partió la cabalgata a las seis y media en punto. Uno de los primeros en salir fue el príncipe Aliatar, que le abrió paso a las carrozas de los Reyes, por primera vez empujadas por bueyes y acompañadas por emisarios de lugares tan exóticos como Damasco, Basora, Babilonia, Rajastán o Trebisonda. "Navarro" y "Gallardo", dos animales que rozan la tonelada y media, fueron los encargados de empujar el carruaje de Melchor, que este año, al igual que Gaspar y Baltasar, vino sin caballos para aumentar la seguridad de los asistentes. Los equinos que participaron en el desfile estuvieron al mando de jinetes profesionales. También hubo asturcones sin montura, ovejas xaldas y algunos burros que llamaron la atención de niñas como Rosa María González, que no pudo resistirse a tocar uno que le pasó cerca. "Me gusta que este año no vayan cargados de regalos. Pobres, para eso ya están los Reyes, que tienen carrozas", decía mientras acariciaba al animal.

Detrás del Rey Melchor venían algunos de sus pajes repartiendo caramelos. En ese momento Daniela Prieto, de tres años, tenía los ojos como platos y no podía creerse que un enviado de su Majestad viniese a entregarle personalmente un puñado de dulces. "Les ha pedido unas cuantas muñecas y está muy nerviosa. No hay nada mejor que ver a los niños disfrutar, sólo por eso merece la pena pasar frío", explicaba su madre. Y es que a la hora de la cabalgata el termómetro marcaba cinco grados, pero eso no es suficiente para acabar con la ilusión de los más pequeños. "Yo le he pedido a los Reyes que me traigan un muñeco reborn, de esos que parecen de verdad. Voy a ir para la cama lo más pronto posible para despertarme temprano y mirar a ver si me lo han traído", decía Lucía Díaz, que tiene ocho años y vive en Ciudad Naranco.

Cuando pasó el Rey Gaspar Nerea Vázquez no sabía como llamar su atención. Gritó tanto que su madre tuvo que invitarla a moderarse para que no se quedase afónica. Pero ella ni caso. "¡Gaspar, eres el mejor!, ¡Gaspar, dame caramelos!, ¡Gaspar, tráeme las muñecas LOL, por favor!", repetía la pequeña a grito pelado. Algo parecido le pasó a Miguel Fernández cuando vio pasar a Baltasar, el Rey negro que salió en último lugar. Miguel no llegó a gritar, pero hizo aspavientos con las manos que el Rey lo vio entre el gentío y le lanzó un besazo. "Es el que más me gusta. Todos los años espero a que pase porque yo creo que es él el que me trae a mí los regalos", aseguraba convencido el pequeño cerca de La Escandalera.

Un camión antiguo de bomberos cargado hasta los topes de regalos fue el encargado de cerrar una cabalgata en la que participaron 1.600 figurantes y 41 pasos llegados de todos los rincones de Oriente. También tomaron parte en el desfile una decena de bandas de música para ponerle más salsa a la fiesta. Al final, niños y padres se marcharon a sus casas con una sonrisa de oreja a oreja y con las pilas cargadas de ilusión." "Ahora sólo queda ponerles unos vasos de leche y unas galletas a los Reyes y acostarse para que llegue pronto mañana -por hoy- y poder abrir los regalos", decía Paula Jiménez. Para los camellos nada "porque este año han venido con bueyes", remataba la niña.

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