"Tráeme una de ésas, que se avecina frío". La voz sale de debajo de unas mantas y entre unos cartones en el pasaje de la calle Covadonga; es uno de los sintecho que duermen en la calle, principalmente en cajeros de entidades bancarias y en lugares resguardados, y a los que Cruz Roja proporciona mantas y les da unas magdalenas y un zumo. Los voluntarios se acercan al coche, toman una colcha del maletero y se la entregan al hombre, que continúa con la charla. "¿Qué tal, vais de juerga? Hoy sois muchos. ¿Es la Policía?". La presencia de LA NUEVA ESPAÑA no gusta demasiado a las personas que duermen en la calle. Se muestran amables y habladoras siempre que la cámara no apunte hacia ellas. Ninguno quiere dar nombres ni salir en las fotos. En realidad, la Policía también está, una patrulla de la Policía Local espera fuera del pasaje. El hombre sigue con su charla, "llevo aquí una temporada, y esta gente (por los voluntarios de Cruz Roja) se portan como Dios, siempre están atentos y nos traen algún detalle".

Ésta fue una de las paradas de un recorrido que comenzó a las once de la noche en el cuartel del Rubín, y en el que este periódico acompañó durante la noche y la madrugada a dos voluntarios de Cruz Roja, escoltados por la Policía, en una gélida noche de invierno.

J. M. R. S. lleva 36 años de voluntario de Cruz Roja. Tampoco quiere dar su nombre ni más detalles. Pero se las sabe todas. Explica que la campaña de ola de frío, cuando salen a las calles de la ciudad a prestar ayuda a los sintecho, se activa cuando el termómetro baja de cinco grados centígrados. La noche del jueves, a las 23.42 horas, el termómetro de la plaza del General Ordóñez, en el cruce de la avenida de Galicia y Santa Susana, marcaba 4 grados centígrados.

Dos horas recorriendo parte de Oviedo. Se dejan algunos barrios, como La Corredoria, el Cristo y Colloto, "porque ahí tenemos compañeros que nos informan si hay alguien durmiendo en la calle, y si no es así pues no vamos". La primera parada son las antiguas oficinas de Telefónica en el entorno de la Fábrica de Armas de La Vega. Una persona duerme entre cartones en una de las que fueron puertas de acceso a las oficinas. Los voluntarios le dejan una manta, las magdalenas y el zumo. La persona duerme.

Los miembros de Cruz Roja explican que saben que lo del zumo no es lo más adecuado para las noches de frío y que esperan poder disponer de bebidas autocalentables. "No podemos llevar un termo con café caliente o chocolate porque nos exigen el carné de manipulador de alimentos", dicen.

La caravana inicia de nuevo su marcha callejeando por la ciudad. La zona del Campillín, San Lázaro y una nueva parada en Muñoz Degraín. En un cajero duerme una persona. "Tiene saco de dormir y está bien arropada, así que no le damos manta", dicen los voluntarios mientras dejan la comida al lado del bulto que descansa.

Saben de memoria en qué cajeros o zonas de la ciudad duerme gente las noches de frío. En la plaza de San Miguel otro sintecho ni siquiera abre la puerta del cajero en el que descansa al ver que los de Cruz Roja no están solos esta noche. Le dejan la comida a la puerta.

En otro cajero de Ciudad Naranco hay una pareja con dos perros. Están cenando unos bocadillos y aun así aceptan lo que les dan, no les vendrá mal. Ella es celiaca, así que en este caso las magdalenas son sin gluten.

Piden por favor no salir en las fotos, "no quiero que me vea la familia", dice él. Tiene 43 años de edad y junto a su pareja, de 42 años, llevan mes y medio durmiendo en la calle. "Yo trabajo", dice él, y explica: "Curro en una empresa de transportes, pero cobro entre 400 y 450 euros al mes y no nos da para pagar un alquiler". Antes de tener que dormir en la calle "pagábamos 200 euros por una habitación, pero no podíamos estar allí con los dos perros". Son asturianos y se buscan la vida como pueden.

Jorge Herbosa, el otro voluntario que está en el operativo de esta noche, hace balance a la una de la mañana en la sede de Cruz Roja, en la calle Martínez Vigil. "Ha sido una noche tranquila en la que hemos encontrado a ocho personas y no hemos tenido ningún altercado", apunta. Tiene 20 años y lleva dos de voluntario en la entidad. Suele salir dos noches a la semana, "cuando los exámenes no son muy duros en la Universidad". Lo duro es lo que se encuentra en la calle cada noche que sale, "pero es la realidad, no lo podemos esconder", concluye.