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El mielero de La Alcarria

Era toda una tradición ver por las calles de Oviedo a aquellos hombres que pregonaban con orgullo su mercancía

El mielero de La Alcarria

Aquellos hombres, recios y curtidos, soportaban bajas temperaturas y cargaban un largo y estrecho barril de madera. Llevaban al hombro un gran pañuelo que soportaba queso, así como una romana para pesar la miel y el queso que vendían en las casas que solicitaban su mercancía.

Gritaban: "El mielero", y desde nuestras ventanas que daban a la calle solicitábamos sus servicios. Algunos de ellos, como repetían año tras año, ya iban directamente a tocar en el timbre de algunas viviendas. Nosotros éramos clientes temporada tras temporada. Mi madre les compraba un par de tarros de miel y un buen trozo de aquel queso semicurado que traían de La Alcarria.

Cuando nos vinimos para Madrid, dejamos de ver por la calle la figura imborrable de aquel hombre rudo que calzaba zapatos de madera, hasta que un buen día, un compañero del banco, natural de Molina de Aragón, volvió a hablar de la miel extraordinaria de aquella zona de Guadalajara. Entonces volvimos a comprarle a él unas cuantas temporadas, tanto miel como azafrán procedente de aquella zona de España.

No sé si hoy en día por Oviedo seguirá paseando la entrañable figura del mielero. Yo seguí comprando miel a Ruperto Murias, un apicultor establecido en el Naranco, donde atendía las colmenas de sus abejas.

A su vez, tenía una sastrería detrás de los Dominicos. Ya está jubilado y hace tiempo que no sé nada de él. Pienso que seguirá entreteniéndose con sus abejas.

Ahora yo compro la miel en la Sierra madrileña, donde se mezclan los sabores de diferentes flores en las colmenas. Mi amigo Ovidio Junquera dio vida a aquel mielero que yo recuerdo tan entrañablemente y que acompaña a este artículo.

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