Albert Boadella desmontó ayer en Oviedo todos los preceptos del nacionalismo catalán, "la patochada catalana" que se sustenta "instigando los bajos sentimientos a través de la ficción". El dramaturgo tiene criterio de autoridad a la hora de hablar de ficción y realidad después de 60 años haciendo teatro, y utiliza ese criterio, los conceptos básicos del arte, para atacar a un nacionalismo que "ha colocado una paranoia, un enemigo público, para lograr la unión en el odio, que es mucho más potente que la unión en el amor". Esa unión, la de los nacionalistas, ha logrado crear "una secta de premio 'Guinness' con dos millones de personas".

Boadella inauguró el curso de la Cátedra Alarcos en un abarrotado Paraninfo de la Universidad, con público que esperaba una hora antes del inicio de su conferencia, "Arte y libertad", una ponencia que le sirvió para atacar a los nacionalistas. Entre ese público estaba, muy cerca de Boadella, el que fuera rector y es ahora probable candidato de Ciudadanos a la Presidencia del Principado, Juan Vázquez.

Como buen monaguillo y hombre de letras, Boadella se fue al origen, al verbo. Para él, "la patochada" empezó con "la gran trampa de la corrupción del lenguaje en la que hemos caído todos los que hablamos de Cataluña y España como entes distintos". Una vez hecha esa distinción, aparecen los supuestos rasgos diferenciales de los catalanes, "algo que funciona estupendamente porque colocas una frontera y dices que los que están al otro lado son inferiores". Boadella no acepta estos rasgos, ni siquiera en la lengua, "aquí tenéis el bable", y cree que "si los catalanes silbaran en vez de hablar catalán, sí que sería un rasgo diferencial". El dramaturgo ve en esos rasgos diferenciales que defiende el nacionalismo la forma de azuzar "el impulso xenófobo que todos llevamos dentro" y acusa a los nacionalistas de "estimular esa mirada xenófoba sobre otros ciudadanos". Ya con esos rasgos se plantea el derecho a decidir, con lo que "han montado una trampa maravillosa porque, planteado así, todos lo aceptamos, pero lo que no se puede es que una parte decida sobre lo que es de todos, una parte no puede decidir sobre el conjunto". Ya en ese punto, con toda la "patochada" armada desde lo que él considera una o varias ficciones, Boadella se inventó Tabarnia, "una solución desde el arte con la que atacamos una ficción desde otra ficción".

Para fijar postura y darle más fuerza, el autor viajó a lo personal y a narrar cómo se escapó de la cárcel tras ser condenado por "injurias e insultos a la corona" en la obra "La torna", de su compañía "Els Joglars". "Me mandaron a la cárcel seis años y naturalmente decidí escaparme". Su esposa le llevaba recipientes con sangre y él la vomitaba cada vez que se acercaba un funcionario. Le llevaron al hospital y aun con vigilancia policial y esposado a la cama convenció a sus centinelas para que le dejasen ir solo al servicio. "Salí por la ventana y caminé por la cornisa hasta la habitación de al lado disfrazado de médico". La "anécdota" le dio pie a hablar de los límites del humor y la libertad de expresión. "La belleza", dijo, "es el mayor encubrimiento de la libertad de expresión". Por eso Valtonic está en busca y captura, dijo, "porque su intención era herir a mucha gente y lo hizo con muy poca gracia".

Advirtió el dramaturgo, que sufrió muchas persecuciones, de que ahora la Inquisición está en las redes sociales y de que se han generado enormes tabúes hasta el punto, exageró, de que "en una representación en la que Otelo mata a Desdémona van a saltar un grupo de espectadores a denunciar a los actores por violencia de género".

Boadella abogó por la libertad dentro de los límites de la justicia, y por el arte como elemento "para desvelar la realidad profunda de las cosas".