Llegará un día en el que en el mundo no habrá más racismo, ni mucho menos más holocaustos, porque, como explica Pelayo Alonso, uno de los alumnos que participaron ayer en el acto educativo celebrado en Oviedo de conmemoración del Holocausto y otros crímenes contra la Humanidad, "es pura educación, el tiempo acabará con estas cosas". Lo dice él, que tiene 14 años y que se ve obligado a cerrar los ojos de vez en cuando si las escenas que se presentan en la enorme pantalla del auditorio Príncipe Felipe, donde se celebró el acto de ayer, son demasiado duras. Y lo son.

Con los ojos como platos, más de novecientos estudiantes de toda Asturias, de 4.º de la ESO, Bachillerato y 2.º nivel de FP, vieron cómo se liberaba el campo de exterminio de Auschwitz el 27 de enero de 1945. Los testimonios de los que participaron en aquella liberación desgarran a los más pequeños y pueden verse sus miradas emocionadas en el Auditorio. Y es que, aunque ellos hayan nacido mucho después de aquella masacre, son conscientes de que no hace demasiado tiempo que el mundo presentaba su cara más cruda en Alemania. "No hay excusas para lo que pasó en Alemania, pero pienso que tuvo que ver que a Hitler le pegasen sus padres de pequeño. Él sintió que tenía que vengarse del mundo de alguna forma", concreta Pelayo Alonso. Junto a él, en la butaca contigua, su compañera de clase Carla Balado explica que "no fue justo que se matase a tantísima gente sólo por ser judíos. Ahora todos somos iguales". Y Gorka Ferreiro le da razón, mientras apunta que "lamentablemente, la situación de Siria e Irak es similar y cada vez peor". Los tres son alumnos del colegio Luisa de Marillac, de Avilés, desde donde han venido acompañados por su profesor de Lengua, Juan Hernández. "Para ellos supone una oportunidad de adentrarse en la historia y descubrir qué supuso el Holocausto. Estas actividades siempre son muy positivas". Alba Ruiz, del mismo cole, también quiere aportar algo: "Habíamos leído algo, pero ahora tenemos mucha más información". En la pantalla, las imágenes en blanco y negro presentan una fila de hombres famélicos que caminan arrastrando los pies, tapados con un pijama de rayas de franela que les queda grande, enorme. "Eran muertos vivientes, por eso les llamábamos los esqueletos, pero comprendían que nosotros éramos gente que veníamos a ayudarles", dice una voz en off que hila el relato de la liberación del campo. Missele Zurita, de 16 años, del colegio Nazaret, explica que le impacta "ver la dureza de los campos de concentración". Su compañero Antonio Martínez, del mismo cole, asegura que "afortunadamente, hoy todos somos iguales". La educación, como dice Pelayo Alonso, acaba con las diferencias.