Margarita Suárez-Pazos Vereterra era una mujer de familia, tanto que en su casa en la cena familiar de Nochebuena se llegaban a juntar más de 80 personas. Era el nexo de unión de una saga que ya suma 52 nietos y 50 bisnietos. En la casa familiar de Salinas bien podrían juntarse, siempre atendiendo a la llamada de la mujer, medio centenar de personas para comer los fines de semana de verano. No sólo lograba unirlos alrededor de la mesa, sino que consiguió que esos lazos familiares fuesen estrechos y, pese a lo extenso de la familia, cualquiera de los nietos es capaz de recitar de carrerilla el nombre de todos sus primos. La familia ha agradecido siempre ese gran esfuerzo de la mujer por mantenerlos unidos. El miércoles falleció en Oviedo a los 101 años de edad.

Una vida plena, en especial junto a su esposo, Fernando Rubio de la Riva, con el que tuvo diez hijos. A ella la guerra le pilló en Oviedo y no dudó en ejercer de enfermera voluntaria durante el sitio a la ciudad, una tarea de la que estuvo orgullosa toda la vida, al igual que lo estuvo de ser Hija de María y cofrade del Carmen. La familia la despidió ayer con una misa íntima en casa. Hoy se celebrará el funeral a la una de la tarde en la iglesia de San Tirso.

Su esposo, fallecido en 1982, era uno de los grandes empresarios y filántropos de la ciudad. Fue uno de los fundadores del Real Club de Tenis y del club de La Barganiza. Entre sus proyectos empresariales estuvieron la puesta en marcha de Constructora Asturiana y de Seresco. Además, llegó a ser teniente de alcalde de Oviedo y durante una pequeña etapa ejerció de alcalde en funciones.

La boda de Franco

Suárez-Pazos era sobrina de Carmen Polo y por eso fue la encargada de llevar las arras el día del enlace de su tía con Francisco Franco. Fue un martes 16 de octubre de 1923 en la entonces iglesia, hoy basílica, de San Juan el Real, en Oviedo. Aquel día era la primera vez que Margarita veía una novia. Carmen Polo "estaba guapísima", recordaba hace unos años la niña de arras para LA NUEVA ESPAÑA. Carmen Polo entró en la iglesia de San Juan bajo palio, prebenda que tuvo porque el padrino era Alfonso XIII, aunque representado por el general Losada. La futura esposa de Franco y su padrino de boda llegaron andando desde la casa familiar de la novia, en el número 44 de la calle Uría, el edificio de Al Pelayo. La niña estaba encantada con su vestido, que le tuvieron que rehacer un par de veces debido a los retrasos en la fecha de la boda por las obligaciones del entonces teniente coronel Franco.

En la plazoleta de San Juan se agolpaban los ovetenses para ver salir a los novios después del enlace. Justo detrás de ellos caminaba Margarita Suárez-Pazos. Los novios y los invitados desanduvieron el camino que Carmen Polo había hecho una hora antes y se dirigieron a la casa de Uría, "una casa muy divertida", recordaba la mujer.

Fue una boda con menos boato de lo esperado. La enfermedad del tío de la novia Luis Vereterra, que iba a ser padrino y que falleció cuatro días después, deslució las celebraciones que estaban previstas.

En la casa de Uría la niña de las arras, fallecida ayer, protagonizó junto a su hermano Pepe la trastada del día. El menú no llamó demasiado la atención de los críos, pero sí unas hermosas naranjas. Pepe se hizo con dos piezas y Margarita no hizo caso de la advertencia de su madre: "Como manches el vestido de naranja...". "Acabó todo naranja", recordaba.

Pero no acabó ahí la cosa, el relato continúa: "Las muchachas me metieron en una despensa de la cocina porque había sido malísima y yo me subí en uno de esos cubiletes de los barquilleros como los que había en el Campo San Francisco. El pie se me metió en ese artilugio que daba vueltas y me hice una herida tremenda. La tata vio la sangre por debajo de la puerta y al abrir me encontró en el suelo medio desmayada y sangrando por una pierna".

Así finalizó la jornada para Margaritina: en el médico y "con un montón de puntos en la pierna".

En la balanza de los recuerdos de aquel día gana lo negativo: "Fue un día horrible". La novia estaba preciosa, la niña estrenaba vestido y por fin tía Carmen y Franco se casaban después de dos intentos frustrados. Pero "entre lo del abuelo -la grave enfermedad de Luis Vereterra-, lo del vestido y los puntos, fue un día horrible", afirmaba la mujer.