Carmen Roco, vecina de Ventanielles, de 81 años, fue trasladada el lunes a las doce menos cuarto de la noche herida muy grave al HUCA. Su hijo, Antonio García Roco, de 59 años, con el que vivía desde hacía un año en el cuarto piso del número 7 de la calle Lago Enol, acaba de darle una paliza brutal. La octogenaria, según indicaron fuentes policiales, había sufrido dos derrames cerebrales y tenía la cara destrozada. Los agentes de la Policía Local que intervinieron en el suceso aseguran que el escenario de la paliza era dantesco: "Nunca habíamos visto nada igual, el hijo se había destrozado los nudillos en la paliza, la sangre inundaba la casa".

Fue la propia víctima la que dio la voz de alarma. "Socorro, que me mata, que me mata". Los gritos se oían por todo el edificio, pero fue Álvaro García, que vive en el bajo derecha con su hija, el primero en alertar a la Policía Local y al 112. "Carmen llevaba la cabeza hinchada como un tambor. Arranqué a llorar cuando la vi salir en ambulancia. Nunca pensé que su hijo pudiera hacerle nada, parecía que se llevaban bien", asegura García, que al ver a su vecina Carmen malherida, débil y llena de golpes recordó a su madre, fallecida meses atrás. No pudo evitar contener la emoción y acabó sentado en un peldaño de la escalera, llorando, encima de una plaqueta fría de gres. "Espero que se recupere", confesaba ayer, todavía conmocionado por el brutal suceso.

Cuando escuchó los gritos de Carmen Roco, Álvaro García subió hasta el cuarto y picó varias veces en la puerta, pero nadie le abrió. Fue entonces cuando decidió avisar a las autoridades. No fue el único en percatarse de que algo estaba pasando en aquella casa. " Yo estaba viendo la tele y cuando la apagué comencé a oír a Carmen dar gritos, estaba pidiendo socorro, decía que la mataban", relata otra vecina del edificio. Cuando los técnicos sanitarios acudieron a asistir a la octogenaria, relata, pudo ver platos rotos en el suelo. "¿Quién sabe si le habrá pegado con ellos? No me dejaron pasar, es una desgracia", se lamenta.

Una vida dura

Carmen Roco es una mujer muy querida entre sus vecinos, "una señora de las de antes", apostilla otro vecino. Mujer pacífica y trabajadora, de fina estampa, bajita, frágil y aquejada de diabetes, la vida fue dura con ella. Enterró a su marido hace años y a un hijo el pasado. Tiene otro con problemas mentales ingresado en una residencia.

Fue precisamente al morir su hijo cuando el agresor, Antonio García, que vivía en Argentina, decidió volver a su ciudad natal para instalarse con su madre y supuestamente cuidar de ella.

Otro hijo más, que vive en Trubia y es padre de familia, acudía con asiduidad a ver a su madre, pero hace ya tiempo que nadie le ve por el edificio. Algunos intuyen que la relación entre los hermanos no era buena. "No pasa por aquí desde antes de Navidad", dicen los vecinos.

Carmen Roco tenía problemas de movilidad, últimamente caminaba apoyada en una muleta y casi nunca llegaba al contenedor a dejar la bolsa de basura, porque en el 7 de la calle Lago Enol siempre se encontraba una mano amiga que le decía "deje, Carmen, ya le llevo yo la basura". Álvaro García lo hizo muchas veces. El hijo fue detenido por la Policía Local la misma noche de los hechos y con las esposas puestas se lamentaba en voz alta: "Ay, ay, ay...".

El barrio de Ventanielles está conmocionado y confía en que Carmen Roco consiga recuperarse de las graves secuelas de la paliza que le asestó su hijo. "Nunca tuvo suerte en la vida", señalan sus vecinos, consternados. Lo que nadie se explica en el barrio es "qué le dio al hijo para hacer semejante atrocidad a una madre".