La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sorpresa en el túnel de Guadarrama

La apertura del paso por la sierra cambió las comunicaciones y evitó el paso por el Alto de los Leones

Túnel de Guadarrama.

Eran los años sesenta del pasado siglo. No sé si se acuerdan, pero ir de Oviedo a Madrid era un aburrimiento. Tardábamos seis o siete horas, lógicamente, dependiendo del coche que llevásemos. Teníamos que salvar dos obstáculos. Uno era el Puerto de Pajares, para llegar a la meseta, y otro el Alto de los Leones para entrar en Madrid, sin olvidar la penosa carretera en el tramo de Oviedo a Mieres.

Todo aquello no se me olvidará jamás, porque llegar al final del viaje provocaba una fatiga indescriptible.

Con buen tiempo y sin calor agobiante, el Alto de los Leones era un lugar con vistas preciosas que animaban a parar el coche y observar aquel Madrid de panorámica ya impresionante.

En verano con un sol de justicia, o en invierno con nieve, el Guadarrama no solo se convertía en insoportable, sino en imposible. Eso fue hasta que por fin, un grupo de mineros asturianos taladró el primer túnel de la montaña, abriendo un paso que cambiaría para siempre las comunicaciones.

Unos iban por la parte norte y otros por el sur. Y así lo estrené un buen día camino de la capital de España. Verán lo que sucedió.

Tomé la carretera del túnel y a pocos metros de su entrada me paró la policía para preguntarme hacia dónde iba. Les respondí que a Madrid.

Los agentes comprobaron quiénes íbamos en el coche y me dijeron lo siguiente: "Si cruza el túnel rápido y no se para en él hasta que llegue al final, le dejamos pasar". Les respondí que de acuerdo y crucé el túnel lo más rápido que daba mi coche.

Justo cuando llegué al final otros policías me pararon y me ordenaron que aparcase en el arcén hasta que ellos volviesen a darme paso. A los pocos minutos pasaron unos vehículos de la Guardia Civil y detrás unos tres o cuatro Cadillac. En uno de ellos iba Franco.

Cerraban la comitiva otros vehículos que hacían de escolta. A continuación me dejaron marchar los policías que estaban al final del túnel.

Estaba claro, porque así lo pensé después, que yo podía entorpecer la entrada del túnel de Guadarrama, pero a su salida ya había arcén suficiente para que no molestase al paso de aquella comitiva tan especial.

Compartir el artículo

stats