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Debajo de los adoquines están los reyes

El rastro de Oviedo como ciudad regia va de Alfonso II a Isabel II, con un pasado enterrado bajo la plaza de la Catedral y monarcas benefactores olvidados, como Alfonso IX

Las diez ciudades que el arquitecto Víctor García Oviedo describe para explicar las identidades de la capital del Principado arrancan con "la ciudad regia". Para García Oviedo el concepto sirve para explicar la ciudad medieval, una capa ya enterrada pero con una fuerza identitaria que llega a nuestros días. La medievalista María Álvarez, directora de Extensión de la Universidad de Oviedo, lamenta que la mala praxis haya dejado que de ese pasado se haya perdido la mayor parte, y, también, lo que quede esté en tan mal estado. "Cada vez que paso por la calle Paraíso se me cae el alma a los pies, y con Santullano, igual", resume.

No obstante, las huellas de la ciudad regia siguen presentes en el imaginario colectivo de la ciudad e, incluso, en su propio suelo, aunque yazca enterrado. Álvarez cita una frase de la catedrática Pilar García Cuetos: "Debajo de la Catedral está el Oviedo de Alfonso II y Alfonso III".

La ciudad de los reyes se refiere, en primer término, a la época de la monarquía asturiana. Oviedo, siglos VIII-IX, es la capital de un reino cristiano en tiempos de invasión musulmana.

¿Qué había antes de Alfonso II? Sin saber qué, la certeza es que Oviedo ya era algo. "Lo era", explica María Álvarez, "porque para Fruela ya era algo, porque los musulmanes habían entrado en Oviedo dos veces y lo habían arrasado (años 794 y 795), y porque en su origen está el monasterio de San Vicente. Tampoco sorprende que fuera romano porque el Naranco está lleno de restos, pero aparecen a cuentagotas, pero no tenemos certezas para hablar de ciudad". La otra duda de los historiadores es por qué después de Cangas y de Pravia, en tiempos de Silos, Alfonso II establece la corte (una capital que se desplaza y que en esta época es donde los reyes se intitulan o se entierran) en Oviedo. "Teniendo en cuenta que tenía Lucus Asturum o Gijón, con su pasado romano y su gobernador musulmán, refuerza la idea de que Oviedo ya era algo, pero no sabemos por qué, y es extraño".

Alfonso II. Con este monarca el concepto de ciudad regia cobra otra dimensión. "Alfonso II hace un panteón regio que es memoria dinástica, levanta una muralla que no sabemos por dónde iba pero quizá comparte parte del trazado de los restos de la calle Jovellanos. Las crónicas dicen que había aprovisionamiento de aguas, probablemente desde Los Arenales, había palacios, estaba San Tirso, las basílicas del Salvador y Santa María del Rey Casto. Era una ciudad de tres hectáreas, como mucho".

Alfonso II también establece otros símbolos del estado monárquico: el panteón, donde los reyes vienen a enterrarse; la unción de los reyes, o la peregrinación a Santiago, como elemento de propaganda frente al Islam, son elementos para legitimar la monarquía en momentos de un poder que tenía que hacer frente a una guerra y a posibles usurpadores. Alfonso II, pese a vivir tiempos duros de repliegue en lo militar, conecta Oviedo, también, con la corte de Carlomagno, y hay una apertura al exterior, con viajes a Roma o Rávena, detalla Álvarez.

Dos reyes. Hay más incógnitas e hipótesis para esta época. Una de las que repasa María Álvarez es la teoría de Avelino Fernández Gutiérrez, del "modelo de doble corte". Los monarcas asturianos estaban rodeados del peligro de la usurpación, y no es nada extraordinario la convivencia de dos reyes en época visigoda. Así, en Oviedo la conjetura es que en tiempos de Ramiro Santa María del Naranco no fuera palacete de caza, sino la sede de una segunda corte; dos reyes paralelos.

Alfonso III. De la corte con Alfonso III queda el rastro de su palacio donde hoy está el Colegio de Abogados y el desaparecido castillo que establece en Porlier, lo que da una idea del tamaño que ya tenía Oviedo entonces. Ese castillo funcionó luego como parte de la muralla, y hasta principios del siglo XX, antes de que se construyera el edificio de Telefónica, todavía se conservaban restos de la fortificación primitiva.

Alfonso VII y Alfonso IX. Oviedo obtiene su fuero en 1145, diez años antes que Avilés. Se lo otorga Alfonso VII el emperador. En el siglo XII era "la única categoría urbana", y hay que esperar a Alfonso IX, a finales del siglo para que haya tres nuevas Polas: Llanes, Pravia y Tineo. María Álvarez pone el acento en Alfonso IX como "el gran benefactor de la ciudad". "Oviedo tenía fuero y muralla, pero Alfonso IX, al que la ciudad no ha rendido ningún homenaje, que no tiene calle, le da el alfoz, que es el concejo, el mercado, medidas especiales para los peregrinos, propicia el éxito comercial y ordena el amurallamiento que luego ejecutará su nieto", explica Álvarez.

Alfonso X. Se muestra así como "el explotador de las ideas de su abuelo". Con su muralla ya se puede hablar de villa, correspondiente al Oviedo redondo, que en su interior tenía la civitas, correspondiente a la ciudad episcopal. Esta civitas, detalla Álvarez, tenía su propia muralla, un rectángulo dentro del Oviedo redondo, que al menos existió hasta 1521, cuando el perímetro fortificado entre Jovellanos, Águila, Santa Ana y San Vicente salvan esa parte del incendio.

Nunca volvieron. Último apunte, pese a cuidar de la ciudad, estos monarcas nunca volvieron a Oviedo. "Se cree que el último fue Alfonso VI. Abre el Arca Santa, ve lo que hay y se marcha. Y nunca volvieron. Ni cuando se funda el Principado. Hay que esperar a Isabel II para volver a tener a la monarquía aquí".

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