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Oviedo y las horas locas

Los relojes públicos de la ciudad se caracterizaron por la ausencia de sincronización

Un escrito vecinal dirigido al Ayuntamiento sobre el reloj de la Catedral.

Un tema recurrente durante el pasado siglo en Oviedo fue siempre el desajuste horario entre los relojes públicos, motivo de queja de muchos ciudadanos, sobre todo cuando se trataba de los tres relojes históricos de la ciudad: el de la Catedral, el del Ayuntamiento y el de la Universidad.

Los tres marcaron la vida de los vecinos capitalinos durante décadas. A ellos habría que añadir después, los de la Fábrica de Armas, el Banco Herrero, las estaciones de ferrocarril del Norte, Vasco y Económicos; la iglesia de las Salesas y la Caja de Ahorros. Incluso la Plaza de Toros contó con un reloj desde 1915, que fue recogido por el administrador de la plaza con ocasión de la guerra civil. Trató de recuperarse en 1962. Dos relojes privados muy consultados por los ovetenses fueron el de la "Relojería Suiza" en la calle Fruela y el de "La Hora Fija" en Argüelles.

En agosto de 1879, un escrito vecinal dirigido al Ayuntamiento de Oviedo se quejaba de la corrección del reloj de la Catedral, "por la continúa alteración de hora que afecta a la salida de los trenes" y solicitaba la instalación de un reloj en las Consistoriales que regulara el tiempo de la ciudad. El escrito tuvo su efecto porque al año siguiente en 1880 se procedía a la citada instalación. El uno de enero de 1901, la prensa local informaba "del adelanto de todos los relojes de la ciudad 15 minutos", para adaptarlos a la hora del meridiano de Grenwich.

El 25 de enero de 1912 el alcalde de entonces, recogiendo el sentir de muchos ciudadanos, estableció a partir de la citada fecha, como horario a regir para los ovetenses, el correspondiente a la estación del ferrocarril del Norte. Pero en los demás relojes urbanos, ocho años más tarde en febrero de 1920, persistían las quejas ante la anarquía de los mismos, desorientando a los vecinos. Concretamente el de la Catedral, regulador tradicional de la vida ovetense, había atrasado súbitamente 15 minutos y se preguntaba el diario "El Carbayón" ¿No podían nuestras autoridades locales poner un poco de orden en el desbarajuste de la hora? Por su parte, el corresponsal en Oviedo del diario gijonés "La Prensa", narra su particular experiencia el 21 julio de 1921 "Salimos de casa a las cuatro de la tarde y después de dar un paseíto por la ciudad regresamos a las cuatro de la tarde. Parece inverosímil y no lo es. Al salir de casa, por el reloj del Ayuntamiento eran las cuatro, al pasar por Fruela, en el Banco Herrero eran las cuatro y veinte, al regresar por la Universidad eran las cuatro y cuarto y al entrar en casa daban las cuatro en el reloj de la Catedral".

El citado corresponsal, un mes más tarde, el 25 de agosto, vuelve a referirse al caos horario de Oviedo y sus cinco relojes públicos : "El de la Catedral que no se ve pero se oye; el del Ayuntamiento que da las horas antes de señalarlas; el de la Universidad que da las horas y los cuartos con una lentitud irritante; el del Banco Herrero que no da las horas ni los cuartos , y el de la estación del Norte, que siempre tiene empañada la esfera.

Nos encontramos con que a pesar de tal variedad de instrumentos cronométricos nunca sabemos a punto fijo la hora que es. A todo este desajuste del horario habitual, había que añadir el que cíclicamente se producía cuando se adelantaba o atrasaba la hora. El reloj del Ayuntamiento, por ejemplo, había ocasiones en que pasaba semanas sin actualizar y los dos relojes, el de la plaza y el orientado a la calle Cimadevilla, tenían diferencias de hasta cinco minutos. De las quejas vecinales era frecuente señalar varios casos, como fletar un taxi hasta Pola de Lena para dar caza al tren con destino a Madrid, por las diferencias horarias del reloj de Ayuntamiento y la Renfe.

Después de la guerra civil quedaron inutilizados los relojes de la Catedral, que tardaría décadas en repararse, y los del Ayuntamiento, Universidad y Banco Herrero, éste último destrozado por un obús. El primero en recuperarse fue el de la Universidad en julio de 1942, aunque seguían produciéndose discrepancias horarias con el de la Fábrica de la Vega y el Vasco.

Más tarde, al inaugurarse la nueva estación del Norte el 14 octubre de 1946, se incorporaría un reloj que fue el mayor de España, con una aguja de los minutos que pesaba 10 kilos. El 27 de mayo de 1949 se inauguró el reloj de la iglesia de las Salesas y finalmente el de la Caja de Ahorros, el 28 de julio de 1959 aún con el edificio en construcción.

Curiosamente el alcalde García Conde, había puesto especial interés en dotar al Ayuntamiento de un reloj sonoro de música asturiana, que por distintos motivos, no llegó a cuajar. Se barajó, incluso, como bienvenida o despedida a los que visitaban a Oviedo en las horas matinales y vespertinas, la interpretación de la conocida pieza "A la entrada y salida de Oviedo hay una panadera mucho me mira" y "Santa María en el cielo hay una estrella" después incorporada al reloj de la Caja de Ahorros.

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