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DANIIL TRIFONOV | Pianista, actúa hoy en el auditorio Príncipe Felipe, en las Jornadas de Piano

"Se dice mucho que a los jóvenes no les interesa la música clásica, pero es un mito"

"Rachmaninov, en el Concierto número 1, consigue poner al piano y al pianista al límite de sus capacidades, es muy complejo y exigente"

Daniil Trifonov.

El joven pianista ruso Daniil Trifonov ofreció su primer recital para piano en público cuando con apenas 8 años. Hoy, a sus 27 años, es uno de los más destacados virtuosos de este instrumento, tras ganar el concurso Alfred Rubinstein y el famosísimo concurso Tchaikovsky de Moscú. En 2016 fue nombrado "artista del año" por la discográfica Deutche Gramophon, con la que trabaja habitualmente. En Oviedo, dentro del ciclo de las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", comenzará hoy una gira por toda España junto al director y compatriota Valeri Gergiev y la Orquesta Sinfónica del Teatro Marinsky, una de las instituciones musicales más antiguas de Rusia. El concierto, que comienza a las 20.00 horas, incluye el "Preludio" de Debussy, el "Concierto para piano número 1 en fa sostenido menor" de Rachmaninov y "Vida de héroe", de R. Strauss.

- ¿Cómo será su gira por España?

-Será intensa. Llevo una temporada de gira en gira. En Londres, en New York, después me iré por Asia... Poder actuar con el maestro Gergiev y la orquesta del Marinsky, una institución en San Petersburgo, es emocionante.

- ¿Cómo se ha planteado usted sus actuaciones en España?

-He decidido mostrar al público lo que sé hacer al piano. Por ello traigo dos conciertos que significan mucho en mi carrera, porque me han acompañado en distintos concursos y festivales, y tengo de ellos grandes recuerdos. En Oviedo interpretaré el Concierto nº 1 de Rachmaninov, una obra de repertorio. Con él el piano alcanza una de sus cumbres en toda la historia.

- ¿El hecho de que Rachmaninov fuera un gran pianista, en qué se deja sentir en su música?

-Sabe lo que hace. Hay pasajes en toda su música, no únicamente en esta obra, que ponen al piano y al pianista al límite de sus capacidades. Es, además, exigente porque, técnicamente, es complejo también. Y después se nota que tiene muy claro qué funciona y qué no cuando pones frente a frente el piano con una gran orquesta sinfónica. Ahí es donde se ve que era un tipo listo.

- Usted ha grabado Lizt recientemente con mucho éxito ¿Qué repertorio para piano le resulta más atractivo ahora?

-El Romanticismo tardío es uno de mis caballos de batalla en la actualidad. Me gustan las grandes obras. Entiéndase "grandes" en el sentido de virtuosísticas, que entrañen un reto para el intérprete, pero también me gustan los grandes conciertos posrománticos donde la atención no recae exclusivamente en el piano, sino que cuentan con una gran orquestación detrás.

- ¿Cuál es su postura ante la fusión de distintos géneros musicales, que parece haberse arraigado en muchos pianistas de su generación?

-Me gusta el Jazz y el rock progresivo... para mis ratos libres. Hasta ahora nunca me he planteado hacer una fusión de estilos, siempre he sido pianista clásico, y de momento es lo que seguiré haciendo por ahora.

- La crítica ha sido casi unánime al juzgar sus interpretaciones, ¿le presta mucha atención a los comentarios que aparecen sobre usted?

-Creo que los artistas como yo debemos estar atentos y escuchar qué se dice sobre nosotros. Supongo que es también una forma de estar en contacto con la vida real y con la gente. Soy consciente de que es importante ser visible y accesible, pero más allá de esto, no le presto gran atención.

- ¿Que posición ocupa la música clásica, en su opinión, hoy en día?

-Se repite a menudo la historia de que los jóvenes no están interesados o que no les gusta, pero yo tengo experiencia de que es solo un mito. Hace poco llevé a cabo un proyecto en New York con artistas plásticos, y la acogida fue tremenda. Y en Alemania, la propia Deutche Gramophon organiza una serie de conciertos muy informales, algunos incluso en pubs, en los que la gente viene y se sienta al lado del piano mientras tocas; el formato es distinto al habitual de las salas de conciertos, pero funciona muy bien.

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