La Pasarela era el puente que iba por encima de la estación del Norte, despejado y limpio de construcción de viviendas. En unos pocos años se llenó de casas a un lado y otro, ya bajo el nombre de Viaducto Marquina, muy frecuentado para ir a lo llamábamos Prau San Pedro, donde de niño jugaba con vistas a la estación del Norte.
A la derecha, subiendo por la pequeña inclinación de la Pasarela se hizo una casa y en uno de los bajos se abrió un negocio, entonces desconocido, bajo el nombre de Bolera Americana, algo nuevo y revolucionario que poco tenía que ver con la clásica bolera asturiana.
Como por allí pasábamos con frecuencia tenía ganas de entrar algún día, pero al ser un crío me estaba vetado lógicamente.
El negocio había sido abierto por dos futbolistas del Oviedo, uno de origen rumano, con nombre raro que se pronunciaba bastante mal: Nicolás Szegedi y que los ignorantes pronunciábamos "Escegedi". El otro era Sará. Ya siendo yo un mozalbete, por fin entré en la famosa Bolera Americana y jugué con aquellas grandes bolas que tenían agujeros para meter los dedos, lanzándolas por una pista encerada que finalizaba, con buena suerte y tirada certera, derribaba unos bolos blancos que había al final. Al menos ese era el objetivo.
Al inicio, la bola rebotaba en el suelo, lo que provocaba que se estropease la pista encerada. El encargado de la bolera nos llamaba la atención y a su vez nos enseñaba a tirar la bola con suavidad y delicadeza.
Así pasó una temporada, hasta que un día dejó de atraerme aquel juego y... la verdad, no sé cómo acabó la Bolera Americana.
Szegedi, tal y como lo cuenta LA NUEVA ESPAÑA en su edición del día cinco de agosto de 2017, se fue a Italia y después a Australia donde entrenó a un equipo que titula Budapest Sídney. Falleció en Australia en 1978.
