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Eduardo RAMOS SUÁREZ | SOCIÓLOGO

Imaginación para sacar adelante a Asturias

En la región es posible emprender y triunfar; es necesario generar un nuevo contrato social y realizar esfuerzos desde el compromiso y el diálogo

Un avión en el aire.

Hay palabras que a uno le atraen por su belleza. Por lo que representan, por su sonoridad, o por ambos motivos. Personalmente, para mí, las palabras imaginación y moral encarnan dos de los aspectos más bellos y diferenciales del ser humano, los cuales nos han permitido pervivir en el tiempo. La imaginación es una manifestación de nuestra sensibilidad que nos permite crear nuevas realidades y formas de mirar la vida. La moral hace posible nuestro compromiso con un mundo mejor y nos dota de reglas de convivencia.

Dicho esto, a nadie se le escapa, o a casi nadie, que Asturias asume desde hace tiempo retos transcendentes para su pervivencia, como son el despoblamiento de las zonas rurales, la destrucción de empleo, la marcha de la juventud y el envejecimiento de la población . Y algo menos tangible, pero no menos importante, superar la falta de autoestima colectiva y de optimismo para crear un futuro para la región.

Manifestado de otra forma, ante esta situación, una dosis importante de fatalismo se ha apoderado de una buena parte de la sociedad asturiana. Algunos parecen pensar que Asturias no tiene solución. Y que está abocada a un irremediable fracaso.

Una parte de nosotros, de algún modo se ha acomodado en ese fatalismo. Ese acomodo ha producido una suerte de resignación en una buena parte de la sociedad a un futuro incierto que no depende de nosotros. A un destino que pareciera a veces determina algo o alguien transcendente ajeno a nuestras voluntades. Podría pensarse que en la región los más jóvenes, no pueden vivir por la falta de oportunidades para una vida digna y la gente está abocada a irse. Pues no. Asturias no es una región maldita, ni fallida y no está llamada al fracaso.

Debemos rebelarnos ante este estigma porque precisamente los estigmas son para eso, para rebelarse contra ellos. Los estigmas socavan nuestra estima y nos paralizan como sociedad. Somos las personas quienes decidimos cómo puede ser el futuro de la región. Y somos nosotros, en un ejercicio de madurez, quienes debemos tomar las riendas de nuestro destino, evitando buscar la responsabilidad y las culpas en terceros.

Parte de la solución a esta situación está en repensarnos como sociedad. Pero para ello necesitamos imaginación, una imaginación moral, sirviéndome del término utilizado por Lederach, que nos permita, desde el compromiso, encontrar nuevas formas y visiones creativas de desarrollo que aseguren nuestra pervivencia y bienestar para la generación actual y las venideras. Para ello, hay dos premisas que resultan fundamentales: el compromiso y el diálogo. Un diálogo social amplio e intergeneracional, liderado por la gente, que nos permita entender dónde estamos y qué queremos ser para generar una visión común de futuro. Un diálogo que nos ayude a deconstruir esos falsos mitos de que en la región no somos capaces de emprender y de que aquí no se puede vivir. Un diálogo que nos permita entender qué nos une y qué nos hace fuertes como sociedad para generar autoestima colectiva.

La imaginación moral conlleva reestructurar nuestra mirada para percibir la realidad desde otros ángulos que nos permitan volver a dar significado a nuestra región, dotándole de nuevas posibilidades y oportunidades de vida, pero que también nos permita percibirnos como unos protagonistas, capaces, de liderar nuestro propio desarrollo.

Nadie puede decirnos lo que tenemos que hacer. En nosotros como sociedad están los problemas, pero también la soluciones. Buscar soluciones requiere un compromiso y un nuevo contrato social. Estaremos obligados a utilizar la imaginación y la autocrítica y a esforzarnos aún más si cabe.

Simplemente no hay opción. En esta región hay muchas personas emprendedoras, con vocación social que quieren cambiar las cosas, que luchan día a día por generar nuevas oportunidades de vida desde la innovación y que han decidido quedarse a vivir aquí , comprometidos con Asturias. Son nuestros verdaderos héroes. Y en ellos, como diría Paul Eluard, están nuestros más bellos sueños del mañana.

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