"El mar, como el fuego y la montaña, nos atrae de forma casi mágica, al menos así es en mi caso". Lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el periodista Juan Carlos Vázquez, autor del libro "Los nombres de los barcos", una novela negra de temática marítima en la que se adentra en un género poco cultivado en España y sigue las huellas de Conrad y Melville, por citar a dos autores "clásicos" cuando se habla de libros y mar.

Juan Carlos Vázquez, licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco, escritor y navegante, se crió en León, donde reside, pero presume de sus orígenes asturianos. "Nací con un pie en Riosa y otro en Quirós, que comparten el mayor puerto de Asturias, que es el del Aramo". Esas cumbres que veía de pequeño le quedaron para siempre en la memoria durante su vida en León. Tampoco pudo olvidar el mar Cantábrico ni sus sueños de llevar una vela como las que divisaba en el horizonte de la playa de San Lorenzo de Gijón, a la que iba de niño. "Me parecía un sueño navegar, y lo conseguí", indicó. Y marineros y navegantes acompañaron ayer al novelista, entre ellos Carlos Fernández Salinas, escritor y marino, jefe de área de Tráfico Marítimo, que fue uno de los presentadores, con Roberto Álvarez Bucetas, profesor de la Escuela Superior de Marina Civil de la Universidad de Oviedo y director del Club de Vela Virgen del Mar de Gijón.

Fernández Salinas destacó el "contraste poco habitual que se da en el libro entre la navegación deportiva y la profesional". "¿Cuál es el objetivo de los barcos, navegar o llegar a puerto? Santo Tomás de Aquino ya intentó responder a esa pregunta", señaló, en una intervención plagada de referencias a la terminología marina y a esas típicas frases de lobos de mar, como esa que dice que "A bordo no hay más cuerda que la del reloj". Roberto Álvarez Bucetas se mostró orgulloso de la singladura de Juan Carlos Vázquez, que tras formarse en el Club Virgen del Mar ha navegado por numerosos mares del mundo, desde el Mediterráneo al Tirreno, el Jónico, el Adriático y el Egeo. Al final del acto el autor protagonizó una nutrida firma de ejemplares que puso fin al acto.