Visto para sentencia. El juicio contra los dos acusados de dirigir el club Fresas -un prostíbulo que estaba situado en Santa Marina de Piedramuelle y que lleva cerrado desde 2015- finalizó ayer en la Audiencia Provincial igual que había comenzado el pasado martes: con la fiscal del caso solicitando dos años y medio de prisión para cada uno de los procesados al considerar que son culpables de un delito contra los derechos de los trabajadores por tener en el local a seis personas empleadas -un camarero y cinco chicas- sin estar dadas de alta en la Seguridad Social

Los acusados, sin embargo, aseguran que ellos nunca tuvieron nada que ver con el negocio. El hombre afirma que él sólo les había subcontratado el local a los verdaderos responsables del club y la mujer sostiene que ella era "una prostituta más" de las que ejercían en el club. Es más, la acusada asegura que quiso irse del trabajo en varias ocasiones y que los verdaderos dueños, según ella los propietarios de otro club de alterne situado en Ribadesella, no se lo permitían. "Estaba amenazada en aquel momento y todavía hoy vivo amenazada", dijo llorando a la hora de ejercer su derecho a la última palabra.

Antes de eso habían declarado los agentes que se encargaron de realizar la inspección que derivó en la detención de ambos procesados. Fue el 16 de abril del año 2015. Los policías afirman que ese día, en un primer momento, la mujer que se sentó en el banquillo les dijo que era la responsable del local. No obstante, también declararon que el que tenía las llaves del club y llevaba los asuntos del dinero -les pagaba a las chicas por los servicios- era un camarero rumano. El inspector encargado del caso también dijo que a la hora de analizar los movimientos económicos se había constatado que el dinero iba a la cuenta de uno de los propietarios del club de Ribadesella. Las chicas que declararon en calidad de testigo dijeron que nunca habían visto al acusado.