Oviedo pudo haber sido una gran ciudad industrial. Si uno se fija en un plano de 1894, las fábricas rodeaban la ciudad y tiraban de su crecimiento. En las zonas de expansión, ganadas habitualmente a la iglesia en los procesos desamortizadores, la Fábrica de Armas (1856) y la de Gas (1857) iniciaban la conquista de un nuevo espacio rodeadas de otras industrias. Pasados más de 150 años, aquel Oviedo industrial se ha convertido en patrimonio en barbecho a la espera de nuevos usos, la poca actividad industrial ha sido expulsada del anillo del centro (a excepción de una pequeña bolsa en Ciudad Naranco) hacia otras localidades del propio concejo (Trubia, Olloniego, Anieves y Tudela Veguín) y, en mayor medida, hacia "la ería del Área Central". Así califica Víctor García Oviedo, autor del nuevo Plan General junto a Ramón Fernández Rañada y Emilio Rico de Tema 3, las áreas de Asipo y Silvota, en Llanera y los corredores viarios hacia Pola Siero y Noreña.
Los autores del plan parece que no ven problema en que Oviedo vaya progresivamente desplazando esos usos a los concejos límitrofes, y, así, García Oviedo, en su desarrollo de la teoría de "los diez Oviedos", afirma, al tratar de la ciudad industrial que "la capital cuenta con los suelos de los municipios limítrofes del Área Central de Asturias" y ve en esa clave otra forma de justificar "el proyecto metropolitano y regional".
Más allá del centro
Hasta llegar a la situación actual en que la industria se desplaza a los otros concejos, hay que recordar que fue la burguesía ovetense la que fue forzando el cambio de modelo en el cambio del siglo XIX al XX. En 1894, con el Campoamor o la Plaza de Toros recién inaugurados, todavía se mantenían, junto a la producción de Armas y de Gas, fundiciones como la de La Amistad, junto a la estación, la Fundición Bertrand al lado del convento de Santa Bárbara, una fábrica de cerillas en San Lázaro de la que salían diariamente doscientas cajas de fósforos, o las fábricas de Yeso (camino del Truébano), harinas (donde hoy está Ciudad Naranco) o la de corchos y la de cubiertos, en la calle Foncalada.
Todo esa actividad fabril fue dejando, también, huellas en el paisaje urbano, como el grupo de viviendas Santa Bárbara, en Teatinos; la colonia San Feliz frente a La Vega; o la calleja de la Ciega, también utilizada por los obreros que llegaban a la fábrica de armas. Lejos del centro, y con mayor pervivencia, el concejo también contó no sólo con Trubia (una localidad levantada por la industria), sino con otras actividades industriales tan importantes como los explosivos de La Manjoya o la loza de San Claudio.