Había venido el "poeta excelso, el poeta profesor" (en palabras de la directora de la Cátedra Alarcos, Josefina Martínez) a Oviedo para hablar de León Felipe y el exilio. Y Luis García Montero, actual director del Instituto, habló de León Felipe pero también de Max Aub, de Alberti, de Bergamín o de Cernuda. Habló de todos los exiliados y acabó con una conclusión escrita por Francisco Ayala en su exilio argentino: "El Occidente debe alcanzar conciencia de sí, de sus raíces y fundamentos, [...] debe abrirse a una comprensión más generosa y cabal de las otras culturas, para respetar en ellas su derecho, para incorporar aquellos de sus valores que resulten admisibles sin desmedro de la peculiaridad propia, para corregir lo que, acá y allá, hubiera de angosto y unilateral. Una cultura no se impone a quienes no la tengan por propia; únicamente es legítimo proponerla. Acaso el porvenir de la humanidad en los siglos próximos penda de que la propuesta de Occidente sea aceptada. Y ello depende, a su vez, de que resulte aceptable". Esa conclusión de Ayala la identificó ayer García Montero con la del exilio español, que, sobrepuesta a su primera identidad del exilio basada en la cultura liberal española, acaba en una "identidad democrática" como respuesta a los retos de la condición humana del siglo XX. "Y este deseo, esta lección", remató el poeta granadino, "no debería olvidarse en la Europa de hoy, amenazada por identidades cerradas, ni en la América de Trump ni en el Brasil de Bolsonaro".

Para llegar a ese punto y final de su charla, García Montero, ante una abarrotada Aula Magna del edificio histórico de la Universidad, empezó recordando el "me llevo la canción" de León Felipe, versos dedicados a Franco: "Tuya es la hacienda, / la casa, el caballo y la pistola / ... tú te quedas con todo / mas yo te dejó mudo". "En ese momento", explicó García Montero, "León Felipe asumió, como otros, como Aub, la tarea literaria de contar aquello que iban a silenciar los vencedores, la canción venía a mantener el recuerdo de los derrotados".

Pero de la defensa y mantenimiento de la cultura liberal española, auténtica empresa de los exiliados, se pasa, y en el caso de León Felipe ("un poeta con el que la crítica no supo qué hacer" y que García Montero encajó en el "postsimbolismo sentimental que busca la trascendencia empujando la palabra cotidiana a la expresividad") se aprecia bien la fractura. El momento lo ejemplificó con el prólogo de León Felipe a "Belleza cruel", de Ángela Figuera (1958). Ahí el poeta zamorano reconoce que no se llevó la canción, sino que otra generación de autores españoles que se quedaron "en la vieja heredad acorralada" son quienes tienen "el salmo y la canción". "El problema", resumió García Montero con una frase cierta y que explica mucho, "es que el exilio duró mucho". Los españoles que se fueron fueron perdiendo la España que habían dejado, esa España ya era otra. De nuevo Francisco Ayala fue quien puso el dedo en la llaga en su artículo de 1949 "¿Para quién escribimos?". En ese texto, citó el director del Instituto Cervantes, "viene a decir Francisco Ayala que, superando la coyuntura propia del exilio, los exiliados en el fondo representan a la condición humana, porque en el siglo XX todos los escritores escriben desde el exilio, de una condición humana que queda definida por la vida en el vacío".

Es lo mismo, con otra palabras, que León Felipe encierra en los versos: "Español del éxodo de ayer / y español del éxodo de hoy: / te salvarás como hombre, / pero no como español".

Y así, con ese análisis profundo y documentado de la transformación identitaria del exilio español, García Montero despidió la clase magistral donde también sonó Alberti, tan bien recitado por el granadino: "Hoy las nubes me trajeron, / volando, el mapa de España".