"Ninguna lengua tiene más prestigio que otra, lo que ocurre es que a veces hay factores sociales o políticos que favorecen a algunas y un buen ejemplo es el inglés". Así lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Marta Pérez Toral, doctora en Filología Española y profesora titular de Lengua Española en el departamento de Filología Española de la Universidad de Oviedo, que abrió el ciclo anual de charlas de la Sociedad Protectora de La Balesquida.

Pérez Toral, especialista en el siglo XVII, fue presentada por Alberto Polledo y pronunció la conferencia titulada "Cómo ha cambiado la lengua. Textos manuscritos escritos en Asturias hace más de 300 años", en la que si algo quedó claro es que las imposiciones rara vez funcionan en materia lingüística. "El hablante a veces es caprichoso y cambia una palabra por moda, o porque le parece que lo que viene de fuera suena mejor", explicó. En cambio, aseguró que es sumamente difícil transformar el modo de hablar de una sociedad a golpe de decreto.

"Los hablantes son los que rigen el idioma y lo van modelando; ellos son los que realmente tienen ese poder", aclaró la especialista. La charla de la profesora estuvo aderezada por ejemplos claros que ayudaron al público a darse cuenta de que hasta qué punto es difícil modificar la forma de hablar. Una de las escasas veces en las que en España se reguló por ley el uso de varios términos fue para unificar la terminología empleada en el caso de los usos y medidas. "Costó mucho llevar los cambios a la sociedad. Cada pueblo generó sus propias medidas y no había uniformidad". En Asturias se distinguían tres variedades regionales con muchas diferencias por zonas: la variedad oriental o de Llanes, la de San Salvador o de Oviedo, y la de Castropol. "Había pueblos donde cada perito tenía su 'vara de medir' y de ahí viene la expresión. Era un sistema muy complejo que provocaba el caos", relató. Marta Pérez Toral también se refirió a palabras que han caído en desuso y que se conservan en el español de Hispanoamérica. Es el caso de "pernil", desplazado por el vocablo "jamón". "A la lengua la cambiamos sin darnos cuenta. En ese continuo cambio el español ha ido perdiendo y ganando, es como un ser vivo; otras veces las lenguas se mueren porque dejan de usarse, como es el caso del dálmata o el latín", concluyó.