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VANESSA MONTFORT | Escritora, publica "El sueño de la crisálida"

"Vivimos en la sociedad del malestar y todos tenemos la ocasión de hacer un cambio radical"

"La Iglesia ha tocado fondo en algunas cuestiones y está en un proceso de reflexión, está haciendo su propia crisálida"

Portada del libro. LNE

Aún no ha tenido tiempo de hacer una fiesta para celebrar el enorme éxito de su anterior novela, "Mujeres que compran flores", de la que lleva 22 ediciones y 150.000 ejemplares vendidos, y Vanessa Montfort (Barcelona, 1975) acaba de publicar "El sueño de la crisálida". Mañana estará a partir de las 19.00 horas en la librería Cervantes (Doctor Casal, 9) para presentar a la criatura. Un libro que habla de las prisas, de la capacidad de reconstrucción del ser humano y de la sociedad hiperconectada en la que vivimos.

- ¿Tan mal estamos?

-Sí, lo estamos. Patricia, una experiodista en plena crisis de los 40, intenta mantener el equilibrio en un barco zarandeado. No se da cuenta de que está en un entorno desequilibrado, igual que no nos la damos nosotros con nuestro estilo de vida en las grandes ciudades en las que vivimos en una rueda de un hámster, sin meta ni alivio y sin llegar nunca a ningún lado, esta sociedad del malestar.

- Tanto Patricia como Greta, la otra protagonista, tocan fondo. ¿Es necesario hundirse hasta el fondo para recomponerse?

-Sí. Esa es la posibilidad de la crisálida. Hay una vez en la vida en la que todos nos enfrentamos a un cambio radical y hay que tocar fondo para no quedarnos en un cambio tibio. Patricia y Greta tienen en común que son rebeldes con una causa, todos comentemos un acto de rebeldía en algún momento.

- La crisálida se descompone prácticamente por completo, su cuerpo se licúa, antes de convertirse en mariposa.

-El proceso de la crisálida es lo opuesto a la resignación. La oruga está condenada a arrastrarse por la tierra, pero en ese acto de rebeldía, de la crisálida, se descompone, solo queda su cerebro y su corazón, el corazón para que siga latiendo y sobrevivir y el cerebro para mantener la memoria de lo que fue. Luego se va reconstruyendo y creando órganos, antenas, patas y para colmo unas alas que le permiten volar.

- Las dos protagonistas están en un momento de crisis y al conocerse por casualidad en un avión empieza ese proceso de reconstrucción.

-Se necesitan una a otra para reconstruirse. Son dos mujeres muy distintas que hacen un pacto sin conocerse de nada. A Patricia la ha dejado el periodismo y Greta se ha divorciado de Dios. La vida las ha llevado al límite.

- ¿Todos tenemos la capacidad de hacer ese cambio tan brutal?

-Hay gente que tiene la voluntad y la fuerza de hacer ese cambio radical en su vida. Todas las crisis son motores de cambio, las de un país o las de una persona. Lo que ocurre es que cuando una está en un momento crítico no tiene fuerzas para nada. Si pudiéramos detectar la oportunidad de hacer ese cambio la utilizaríamos, pero por lo general tenemos miedo.

- Greta, exreligiosa colombiana, es un personaje real, ¿Patricia tiene mucho de usted?

-Sí. Greta es una mujer real que conocí, aunque no fue en un avión como se dice en la novela. Con Patricia comparto el hecho de que todo el mundo me cuenta su vida y lo disfruto mucho porque todo el mundo tiene historias apasionantes.

- Y Greta le contó su vida.

-Sí. Y era una historia que no se había contado antes, la de la mujer dentro de la Iglesia católica. Lo que me interesa de Greta es esa capacidad mágica para reconstruirnos. Es una mujer que no ha tenido infancia ni adolescencia y que con 33 años tiene que salir a la vida y ni siquiera sabe mantener una conversación porque no sabe de qué hablan el resto de personas. Es como un alien que llega a una gran ciudad. Tiene que reconstruir su sexualidad, sus creencias.

- Y a través de Patricia descubre las redes sociales y la hiperconectividad.

-Se pregunta por qué todo el mundo está enganchado a las redes sociales. Por qué vamos por la calle con el teléfono en la mano con la nariz pegada a una pantalla. Estamos en un momento de adicción en el que sustituimos una velada cara a cara por un montón de conversaciones de Whatsapp y todo lo que no es en directo pierde intensidad. La prisa y la dispersión provocan falta de empatía.

- ¿Estamos a tiempo de liberarnos de esa adicción?

-Sí. Prohibimos el tabaco en los bares, en los autobuses y en los hospitales. No digo que tengamos que prohibir las redes sociales, pero estamos a tiempo de utilizarlas mejor y tomar conciencia. Yo misma he tardado mucho en darme cuenta.

- ¿Todo eso le llevó a su propia crisálida?

-Cuando no entiendo algo voy y escribo un libro. Me creo mi propia metáfora de la vida y entonces lo empiezo a entender. Creo que me ha salido una novela luminosa. Me gusta hablar de la oscuridad desde la luz.

- ¿Qué encontró al documentarse sobre el papel de la mujer en la Iglesia?

-No se trata de demonizarla, pero sí de que no haya impunidad. Estoy muy cerca de lo que hace el Papa Francisco. La Iglesia está en un proceso de reflexión, haciendo su propia crisálida, en algunos casos han tocado fondo. El problema de las religiosas es que si las expulsan lo hacen sin posibilidades de ningún tipo. Greta es una menor de edad toda la vida.

- ¿Su anterior libro, "Mujeres que compran flores", fue un fenómeno editorial, a qué se debe?

-Se ha convertido en un "long-seller". Vamos por 22 ediciones y ahora sale en Estados Unidos. Ni idea de lo que ha ocurrido. No he podido ni hacer una fiesta. Precisamente "Mujeres" se propagó mucho por redes sociales y explotó seis meses después de haberse publicado.

- Hace años hizo una versión de "La Regenta".

-Soy muy osada. Me la encargó Albert Boadella y no lo pensé ni un momento. Es la novela de esa época que más me gusta.

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