El pianista onubense Javier Perianes regresó ayer a Oviedo, en una nueva visita al auditorio Príncipe Felipe. En esta ocasión lo hizo en solitario y con menos público del que hubiera merecido, para participar en las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni". Perianes llegó con parte del programa que ha grabado recientemente para el sello Harmonia Mundi como cierre del centenario de Debussy, y con él obras de Chopin y Falla. En su recital en el Auditorio el intérprete recreó los tres mundos evocadores de los compositores, en homenajes musicales encadenados.

Chopin con dos "Nocturnos op. 48" (1 y 2 con breve intermedio tísico) y la poderosa "Sonata nº 3 en Sim op 57" tomaron forma a través del genio de Perianes, con pinceladas finas, de dibujo impecable y atmósferas románticas. Eso fue en la primera parte, en la que las sombras ya se coloreaban, preparando lo que vendría después, una vez ajustado el piano por el tormentoso Finale.

Luego, las tres "Estampas" debussyanas y viajeras trajeron al público aromas chinos y granadinos únicos, sonidos y perfumes que Perianes destiló con luz propia y sin perder la nebulosa ni la admiración chopiniana características del compositor francés.

El pianista supo transmitir la admiración por Debussy que Falla sentía en el París desde el que añoraba España, a través de las "Cuatro Piezas", casi geográficas de carácter y ritmo: la "Cubana" casi gaditana o la "Montañesa" resalada medio asturiana, en un Sorolla musical que Perianes pinta como nadie. El concierto acabó con "El Sombrero de Tres Picos", con los protagonistas batidos por el Atlántico onubense en el piano sinfónico de nuestro intérprete más internacional.

Javier Perianes estuvo espléndido con varias propinas de cada uno de los compositores a los que estaba dedicado el concierto, y dando un toque siempre parisino a todas las piezas.