"Dalia Álvarez Molina heredó la memoria del exilio de sus padres, y aunque nació en París y vivió allí hasta los 17 años, siempre fue muy consciente del drama que supuso la Guerra Civil para España y abanderó el compromiso con la libertad". Así lo dijo ayer en un abarrotado Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Miguel Caballero, profesor en el Instituto Alfonso II de Oviedo, viudo de la profesora de Filología Francesa de la Universidad de Oviedo, fallecida en 2018.

Miguel Caballero condujo ayer el homenaje tributado a su mujer, centrado en la presentación del libro "Como una huella imborrable", en el que él recopila 19 textos de la docente, que llegó a Gijón en 1976, el día que cumplía 17 años. "Yo no sabía ni que existían algunos de estos escritos, para mí también han sido una sorpresa", señaló.

Caballero destacó el gran peso de la Guerra y del exilio tanto en su mujer como en sus suegros. "El 1 de abril de 1939 el parte anunciaba el fin de la contienda, pero lo que no terminó fue el conflicto entre españoles; por eso este libro es una memoria del exilio", explicó.

En la mesa, además de los hijos del matrimonio -Mario y Ana Margarita-, estuvieron Carmen Fernández, profesora del departamento de Filología Inglesa, Francesa y Alemana, compañera de Dalia Álvarez, y Mayte Burguet, coordinadora de la tertulia literaria "La Pizarra", de la que la homenajeada formó parte. "Dalia supo tejer una nutrida red de personas en las que se apoyaba. La conocí cuando comenzó a trabajar como profesora y la he reencontrado en cada una de las líneas de este libro", señaló Carmen Fernández. "Entendió la vida con pasión, serenidad, firmeza, valentía, sencillez, independencia y sinceridad; conjugaba la firmeza de sus ideas con la tolerancia", indicó Mayte Burguet. Dalia, que desde muy joven lidió con la enfermedad, nunca se quejaba de su suerte. "Encaraba los avatares de la vida con fortaleza y con dignidad; en las palabras y en la literatura buscaba e identificaba la vida", dijo Burguet. Dalia Álvarez era hija del anarquista gijonés Ramón Álvarez Palomo, exiliado en Francia desde 1939 hasta 1976. En su casa de París se reunía lo más granado del exilio, como el asturiano José Maldonado, último presidente de la II República.