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Las salamandras, las vecinas más veteranas

Las sacaveras "bernadezi", descubiertas en 1928 en el casco histórico, viven en grupos aislados junto a la Catedral y las Pelayas

Una pareja de salamandras apareándose. E.V. / MIKI LÓPEZ

Las salamandras "bernadezi" son las vecinas más veteranas del casco antiguo. El biólogo José Bernárdez se fijó en ellas en la antigua estación del Vasco en 1928. Envió a Alemania varios ejemplares. Los describieron como una subespecie desconocida y los bautizaron con un nombre en honor a su descubridor ("Bernadezi", viene de Bernárdez). Casi un siglo después, otro biólogo ovetense, investigador y consultor ambiental, David Álvarez, centra parte de su carrera profesional en estudiar a fondo estas sacaveras para descubrir si la vida urbana afecta a su morfología.

Las salamandras ovetenses viven en la ciudad en grupos aislados y con características propias. Como denominador común tienen rayas amarillas y negras en vez de manchas y no paren en el agua. Las sacaveras de Oviedo, al igual que las de las islas Cíes y Ons, retienen las crías dentro de su cuerpo de forma que, al parir, las crías están más desarrolladas de lo habitual, caminan solas y comen por su cuenta. La esperanza media de vida es de veinte años. Son peculiaridades que las diferencian de sus primas europeas, con un cuerpo moteado y una fase de desarrollo acuática.

Las "bernardezi" habitan en prácticamente toda la ciudad, normalmente en patios y zonas ajardinadas, pero las más interesantes desde el punto de vista biológico son las del Antiguo, las que se quedaron dentro de los límites de las murallas levantadas en el siglo VIII. Desde entonces han vivido aisladas y aparte de correr por cualquier calle existen grandes poblaciones en la Catedral (por ejemplo, en el Cementerio de los Peregrinos, un pequeño patio de poco más de 100 metros cuadrados entre la Cámara Santa y el monasterio de San Vicente), en las Pelayas y en el Campo San Francisco. Cada familia es diferente. Según el biólogo Álvarez, las salamandras del Monasterio de San Pelayo tienen diferencias genéticas por ser de clausura. Es decir, son distintas, por ejemplo, de las que habitan en el cementerio de los Peregrinos o en el Tránsito de Santa Bárbara. Las sacaveras de San Salvador también fueron cambiando con el tiempo. En 1934 las bombas volaron parte de la Catedral provocando que los anfibios salieran al exterior y se comunicaran con otras salamandras ovetenses. Después, al arreglar los desperfectos del templo, los animales regresaron a su hogar para aislarse, pero ya habían experimentado cambios. Es posible rastrear la historia de las "bernadezi" en la Catedral. Hay figuras labradas en la madera de la sillería y el coro de la sala capitular, e incluso en algún capitel del claustro.

Álvarez es coautor junto a Jorge Chachero del documental "Los últimos dragones de Oviedo", financiado por el Ayuntamiento y estrenado en 2016 con el objetivo de divulgar las características de estos anfibios bicolores, la mitología que les rodea y servir de material didáctico. El título elegido hace referencia a los dragones porque según la superstición popular, las salamandras soportaban el fuego e incluso se alimentaban de él. Las "bernadezi" también llaman la atención científica internacional. La revista "Molecular Ecology" publicó hace dos años un trabajo sobre las salamandras realizado por Álvarez en colaboración con Guillermo Velo Antón y André Lourenço, del Centro de Investigación en Biodiversidad y Recursos Genéticos (CIBIO) adscrito a la Universidad de Oporto.

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