Tristeza en la Hermandad de Jesús Cautivo. La lluvia no les dejó ayer sacar en procesión a sus imágenes titulares: la de Jesús Cautivo, una talla del siglo XVII, y la de Nuestra Señora de la Merced, por las calles de Oviedo desde su sede canónica, la Basílica de San Juan el Real.

Superado el lógico mal trago inicial se celebró con solemnidad el acto religioso, que incluyó la liberación del cautivo. No se pudo pedir más porque la ceremonia fue brillante y de una gran estética y profundo contenido religioso. No había lugar para la pena o el desencanto por mucho que el agua marchistase la fiesta.

A todos esos fieles se dirigió el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, que aprovechó la ocasión para reflexionar sobre las "distintas" procesiones. Como suele suceder, sorprendió por sus oportunas palabras de buen pastor.

"En el corazón de los cofrades, cuando esto sucede, por otra parte algo frecuente en Oviedo, tendréis congoja en el corazón y también un poso de tristeza después de tantos meses de trabajo y esfuerzo. Pero hay otras procesiones, las de dentro, que no se suprimirán jamás".

Los hermanos de Jesús Cautivo y todos los fieles que llenaron la basílica, muchos se tuvieron que quedar afuera amparados por sus paraguas, se sintieron confortados por estas palabras. También en el exterior esperaba la imagen de Jesús Cautivo para participar en la ceremonia del Prendimiento.

En ese justo momento, los asistentes se levantaron para mirar atrás. Y esperaron expectantes hasta el momento en que la imagen de Jesús Cautivo entró en la basílica, portado a hombros con mucha solemnidad y pasos rítmicos de costalero. Los teléfonos móviles aparecieron como por arte de magia en casi todos los bancos buscando el ángulo más adecuado para fotografiar al titular de la Hermandad hasta llegar al altar.

Los mismo ocurrió cuando entró la persona que pocos minutos después sería indultada a los pies de Jesús Cautivo. B.S.I. son sus iniciales, un extoxicómano totalmente rehabilitado, con trabajo estable y que hacía tiempo que pasaba las noches en casa.

Vestía el tradicional capuchón blanco, al cuello la medalla de la Hermandad, sudadera negra y pantalones vaqueros. Sus pasos irregulares, por el pasillo central de la basílica desde la puerta hasta el altar, aventuraban el lógico nerviosismo por la emoción y la importancia vital que para él tenía este momento, del que se convirtió en protagonista. Fue uno de los seis indultados en toda España. Y otra vez aparecieron como setas los dichosos teléfonos móviles.

A los pies de Jesús Cautivo, y a la derecha del altar, José María Varas, que intervino en representación del Hermano Mayor, José Salinas, le dio un abrazo fraterno para acogerlo en la Hermandad, al que siguió otro entrañable del Arzobispo.

Para concluir, la imagen de Jesús Cautivo, portada a hombros, fue trasladada hasta el centro del pasillo. La marcha procesional de la Virgen de la Merced sirvió de colofón final a una tarde pasada por agua.