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La hostelería, el motor gripado del Antiguo

Los profesionales achacan el descenso del número de bares desde los tiempos de "la movida" a las restricciones y los cambios de horarios

Ambiente nocturno, un fin de semana de 1999, en la calle del Peso. LNE

Del centenar largo de bares que había en el casco antiguo en los años 80 y 90 del siglo pasado, hoy apenas queda una veintena. Los hosteleros atribuyen el descenso a múltiples factores, la mayoría restricciones o normativas puestas en marcha a comienzos de este siglo. Desde la limitación de carga y descarga de 8.00 a 11.00 horas, al cambio de horario de los locales según su categoría y que, en general, amplió el cierre hasta altas horas de la madrugada solapando las horas de bares, salas de copas y discotecas. En lo que todos los profesionales del sector coinciden es en que la hostelería fue el motor de "la movida" de Oviedo, pero hace mucho que está gripado.

Para Yolanda Lobo, propietaria durante años del local "La Santa Sebe", en la calle Altamirano, la hostelería dignificó el Antiguo durante "la movida". "Invertimos mucho dinero en reformar locales y edificios que se estaban cayendo y que nadie se atrevía a coger. Además, pagamos entre todos a serenos y personal de seguridad para vigilar la zona". A su juicio, es necesario crear un grupo de trabajo en el Ayuntamiento que se dedique exclusivamente a potenciar el casco viejo y a servir de interlocutor con hosteleros y vecinos: "Debería funcionar al menos a diez años vista. Hasta el momento, a ningún gobierno local se le ha ocurrido hacerlo".

Uno de los establecimientos que resiste los envites del tiempo es el "Salsipuedes", en la calle Ildefonso Martínez. Tino Trapiella, Eloy Gómez y José Marzo celebrarán en septiembre su 25º aniversario. En 1994 se pusieron al mando de una casona asturiana de tres pisos en pleno casco antiguo que ya había abierto sus puertas años antes como local de ocio. "Nos hicimos un hueco pese a estar en una calle muy complicada. A la gente le daba miedo pasar porque iban los drogadictos a pincharse y los camellos a trapichear. Encima, apenas estaba iluminada. Fueron unos inicios duros", explica Trapiella, que nació y sigue viviendo en el Antiguo. Su socio Marzo va más allá: "Salíamos cada dos por tres a limpiar la calle para que estuviera decente. Poco a poco, hicimos un buen equipo de relaciones públicas para captar clientes y fue bien".

Miguel García, "Miguelo", uno de los hosteleros que más locales ha regentado en el Antiguo apunta también como causa de la bajada del número de bares "de día" a la despoblación por el envejecimiento y el fallecimiento de los vecinos, pero se muestra optimista con el futuro del barrio. Lo mismo que Pancho Alonso, también hostelero con solera de la zona, que defiende la "calidad de vida los días de diario" y aboga por encontrar soluciones para una convivencia tranquila con el ocio urbano los fines de semana.

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