La clausura del ciclo "Los Conciertos del Auditorio" se celebró ayer con un fin de fiesta por todo lo alto en el que quedó de manifiesto la calidad musical, con el violonchelista y director Nicolas Altstaedt al frente, y el reconocimiento que se llevó la orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL).

Al comienzo, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, Roberto Sánchez Ramos "Rivi" hizo entrega al presidente, Francisco González Álvarez-Buylla, a la gerente, María Riera y al concertino de la OFIL, Andrei Mijlin, una placa conmemorativa por los veinte años que cumple la orquesta este año.

Sánchez Ramos se refirió a la agrupación como una "formidable herramienta cultural", y quiso dejar constancia de los diferentes campos de actuación en los que la OFIL llega en Oviedo: música, sinfónica, ballet, zarzuela, conciertos con escolares y la participación de varios alumnos del Conservatorio Superior de Música de Asturias. Álvarez-Buylla agradeció el apoyo del Ayuntamiento y destacó su esfuerzo por mantener la orquesta.

Esta última sesión de la temporada en curso comenzó con un estreno en Asturias del español Sánchez Verdú. "Memoria del rojo", una obra para la exploración tímbrica del sonido, con una estética y una interpretación no convencionales, dando como resultado una sonoridad distinta a la de la orquesta tradicional. El concierto para violonchelo de Shostakovich nº 1 fue la obra más aplaudida del programa de ayer. Altstaedt, que hizo las veces de solista y director aportó una visión muy personal a la obra, casi camerística. El hecho de colocar la trompa como un solista más fue resultó un acierto digno de mención. La labor de conjunto entre solista y orquesta, el cuidado de los balances sonoros, fueron algunos de los aspectos más sobresalientes.

Los profesores de la OFIL disfrutaron preparando este programa con Altstaedt, y esa química fue muy evidente en su actuación anoche. Su energía arrolladora se transmitió a los músicos de la sinfónica ovetense.

Desde el podio de director , su visión de la Sinofnía nº 1 de Sibelius también mantuvo su sello personal, y dejó una Oviedo Filarmonía con momentos grandiosos en cuanto a sonoridad. Un fin de fiesta que ya mira al próximo curso sinfónico.