"Era sin duda la persona más amable que conocí". Así de rotunda se mostró ayer una vecina de Rosi Carriles, la mujer fallecida el sábado tras ser atropellada en la tarde del viernes en el paso de peatones de la puerta de Hospitalización del HUCA, minutos antes del funeral celebrado en el tanatorio de El Salvador con una gran afluencia de gente, en su mayoría vecinos y amigos de la vecina del barrio de Ventanielles.

La fallecida, de 68 años y residente en un bloque de viviendas de la calle Tenderina, era muy querida y conocida en el barrio, lo que quedó patente durante una ceremonia religiosa en la capilla de las instalaciones funerarias a la que entraron unas 150 personas, de las que muchas tuvieron que seguir de pie las palabras del capellán. Fuera de la capilla, varias decenas de asitentes lamentaban apenados la trágica muerte. "No se lo merecía", se escuchaba en los corrillos formados a la puerta del tanatorio.

Los más afectados, los familiares de la fallecida, siguieron entre lágrimas desde la primera fila de bancos el último adiós al cuerpo de una mujer, incinerado justo después del funeral. Rosi deja marido, popularmente conocido en el barrio como Galán, así como madre, a cuyos cuidados se dedicaba con entrega, y varios sobrinos a los que quería con locura.

Fue precisamente en una visita al hospital para ver a un sobrino que se estaba recuperando de una grave neumonía cuando encontró la muerte. Rosi iba acompañada de su marido, pero se dispuso antes a cruzar el paso de peatones desde el parking hasta el hospital cuando fue arrollada por sorpresa por el coche conducido por una mujer de 51 años, que aseguró haberse despistado al volante.