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ANA GARCÍA DE LOZA | Escritora, profesora y atleta

"El atletismo fue mi escuela de vida y las pistas del San Gregorio mi sitio de ocio"

"Estudié Magisterio y Pedagogía, y siempre sentí pasión por la literatura; he publicado dos novelas y he participado en obras colectivas"

Ana García de Loza. FERNANDO RODRÍGUEZ

Ana García de Loza nació en Loza (Coaña), en 1962, y asegura que entre los primeros recuerdos de su infancia está la angustia de no vivir en su pueblo. Sus padres habían huido de la escasez del medio rural, buscando los adelantos de un Mieres que bullía en actividad. Más adelante, ya en la época universitaria, se encontró con Oviedo. Fue en la capital y en concreto en las pistas del CAU, donde desarrolló su pasión por el atletismo, en el que también ha destacado como entrenadora de campeones.

El profundo apego al pueblo natal. "A la vuelta del verano, de la Navidad o de cualquier ocasión en la que pudiéramos ir a ver a la familia, yo necesitaba mucho tiempo para olvidarme de la casa de los abuelos, de mis primos, de nuestros juegos y de la empatía que me invadía en contacto con el paisaje y el paisanaje de un lugar único en el mundo, al menos para mi. De la noche a la mañana me vi transportada de mi pueblo con mar al valle de Mieres, que acabó robándome el corazón. Aquella personita producto de una niñez de hija única tuvo en múltiples ocasiones la sensación de sentir el corazón partido".

El flechazo con el atletismo. "Aún hoy en un rincón veo los tebeos apilados en montones, que mi madre utilizaba para entretenerme, y en otro mi espíritu de guerrera. Entonces apareció Vitos un personaje templado y con aquella experiencia de haber cruzado el Canal de la Mancha a nado y me introdujo en el atletismo; y esta circunstancia marcó mi vida. Marcó mi vida en el Liceo donde yo iba al colegio con mis amigas Paula Urdangaray, Gloria Usátegui y María José Porras; marcó mi vida llenándola de emociones antes de competir en el estadio Hermanos Antuña que nos esperaba al salir del colegio, con su pista de tierra. Allí me codeaba con los niños. Y ganándolos algunas veces, y perdiendo otras, aprendí a convivir con ellos y les enseñé que también las niñas corríamos mucho, y así, siempre me sentí respetada por ellos y me consideraba una más entre todos".

La época gloriosa del CAU. "El atletismo me hizo comprender al género humano y al mundo entero. De su mano y de la de Padilla llegué al CAU en septiembre de 1976, en una de sus épocas gloriosas, cuando el club universitario de atletismo masculino militaba en primera división. Esa época coincidió con mi etapa en el instituto Bernaldo de Quirós de Mieres, que me ha dado cultura para el camino, perspectiva para las decisiones, amigos para siempre y recuerdos eternos".

La literatura, otra gran pasión. "A los quince años ya tenía dos pasiones: el atletismo y la literatura. Decidí correr porque me proporcionaba satisfacciones más inmediatas pero, sin ningún género de duda, el atletismo fue mi mejor escuela para la vida y las pistas del San Gregorio el lugar privilegiado donde pasaba todas mis horas de ocio. Allí aprendí a pelear por lo que quería; aprendí que ser mujer en un mundo de hombres era una cruel desventaja; aprendí que el gimnasio que había debajo de la piscina era un laboratorio para el sufrimiento y que de ese pelear nacían los éxitos. Aprendí que la competición forja el carácter y que si caes, lo más eficaz es levantarte y seguir corriendo, toda una filosofía de vida".

Amistad y lealtad. "Allí aprendí lo que es la amistad y lo que es la lealtad a un equipo, al Club Atlético Universitario. Recuerdo con agrado la sensación de hacer carrera continua fuera del estadio. Pasábamos por delante del Masaveu y por la vía del tren llegábamos hasta La Manjoya y volvíamos; y hacíamos dunas en Xagó, aquellas cuestas eran mortales de necesidad y te dejaban exhausto. Vivíamos por y para el atletismo".

Magisterio por vocación y pedagogía, por saber. "Vinieron los años de universitaria. Estudié magisterio por vocación y pedagogía por necesidad de saber. Menciono con cierta nostalgia lo que viví después, a partir del año 1985, pero ya siendo entrenadora, en el mismo escenario de las pistas del CAU que pasarían a llamarse pistas de la Universidad de Oviedo. Sentí realmente lo que era ser mujer en el deporte y tener que demostrar en cada momento que yo era buena. Aquellos chicos me dieron su apoyo cuando entrenar con una mujer era una herejía. Ellos se atrevieron a transgredir las normas y entrenaron con una chica que para más inri era rubia y guapita. Defendieron a su jefa; a aquella persona en la que confiaban. Hicieron bien porque con ella consiguieron, casi todos, hacer marca personal. Hablo de Sergio del Rosal, el buen amigo; de César Martínez, subcampeón de España Absoluto de cuatrocientos metros lisos; de Alberto González , campeón de España Absoluto de cuatrocientos metros vallas; de Julio Muñiz, el moderador; de Miguelín Sánchez, el que hacía piña, de Eddy Best, el vallista de Londres, de Luisa Ibáñez, mi primera atleta y mujer de bandera; de Verónica García, una amiga, y de muchos que siempre estarán en mi corazón".

Las letras, siempre presentes. "Las letras, que seguían latentes en mi existencia, salieron a la superficie en forma de blog y 'Paratiqueridaisabel.blogspot.com' vio la luz en 2013. A partir de ahí las palabras, que flotan en el aire que me rodea inundaron mi mundo inmediato, el mundo de mi familia y, como no, el de mis sueños. He publicado dos novelas con Camelot, y en una serie de libros colectivos con la Asociación de Artistas Asturianos, Alternativas, que dicho sea de paso, saca lo mejor de mí. Me gusta estar en Loza y adoro a los perros. Además, estoy convencida de que los sentimientos nobles siempre estarán de moda porque, en el fondo, soy de las personas que confían en el género humano".

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