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Un impactante suceso en el centro de la ciudad

Los sobrinos de los hermanos hallados muertos: "Creíamos que estaban en Cádiz"

Los familiares de los fallecidos cortaron la relación con sus tíos porque no fueron al funeral de su padre, en 2012: "No imaginábamos un final así"

Asistentes al funeral de los fallecidos, entrando ayer al tanatorio. MIKI LÓPEZ

Los sobrinos de los dos hermanos hallados momificados en su piso de la calle Santa Clara, al menos cuatro años después de su muerte, fueron los primeros sorprendidos por su fallecimiento. Los parientes más cercanos de José María y Alicia González Álvarez-Luengo, que ahora tendrían 67 y 71 años, respectivamente, rompieron relaciones con ellos tras el fallecimiento de su padre, en 2012, cuando ambos hermanos declinaron acudir a su funeral. Posteriormente, trataron de contactar en alguna ocasión puntual, pero no lo lograron. "Pensábamos que estaban en alguna de sus casas en Cádiz o Madrid, porque solían viajar mucho", confesaron ayer en el tanatorio Ciudad de Oviedo, donde brindaron a los difuntos un funeral de despedida al que acudieron unas 25 personas. Sobre la muerte, la Policía solo descarta una hipótesis: que haya participado una tercera persona. Entre las opciones cobra fuerza que las muertes no fuesen por causas naturales. Nada está descartado.

Los sobrinos se enteraron a través de mensajes de amigos y conocidos con los enlaces de las noticias de LA NUEVA ESPAÑA del hallazgo de los cuerpos y decidieron contactar con la Policía. "No nos dijeron casi nada", señalaron los encargados de organizar contra el reloj el adiós de ambos fallecidos, a los cuales dieron sepultura en el cementerio de San Salvador.

Preguntados por sus tíos, sostienen que ambos estaban muy unidos. José María era arquitecto y Alicia le ayudaba ejerciendo las labores de secretaria. En la misma línea que los vecinos, los familiares indican que ambos optaron por llevar una vida discreta. "Se aislaron ellos mismos no sabemos por qué".

El sepelio pudo ser organizado una vez que las autoridades entregaron los cuerpos a la familia tras la realización de las pruebas necesarias para tratar de llevar a buen puerto la investigación. Al funeral asistieron unas 25 personas, en su mayoría conocidos de la familia y compañeros de colegio y trabajo de José María. "Era una persona buenísima, que daba todo por ayudarte", explicó un delineante colaborador con el arquitecto hasta hace una década.

Sus conocidos destacan la estrecha relación de los dos hermanos a lo largo de toda su vida. "Llevaban una vida como un matrimonio, trabajaban juntos y siempre se estaban apoyando entre ellos", explica otro compañero de profesión de José María, si bien todos los asistentes al funeral consultados por este diario tenían en común que llevaban muchos años sin verlos. "La última vez que me lo crucé sería hace seis años", indicó un compañero de clase.

Escasa información

A pesar de la escasa información sobre los últimos años de vida de los hermanos, ambos pertenecían a una familia bastante conocida a mediados del siglo pasado. El padre de José María y Alicia era un pediatra con consulta en la calle Argüelles, fallecido hace 45 años. "Apenas llegamos a conocerle, pero era bastante popular, por lo que nos contaron", explican los sobrinos. No menos conocida era la tía de los difuntos, Elena Álvarez Fernández-Miranda, que regentó el emblemático bar La Perla, un clásico justo frente al teatro Campoamor. "Era un local que marcó una época en el centro de Oviedo", recuerdan. La hermana de Elena y madre de las víctimas, Alicia, convivió con los dos hermanos hasta que falleció, en 1998.

La familia más directa admite una gran conmoción por la manera de morir de sus tíos. "Estamos pasando un mal trago", explican especialmente en referencia por algunos comentarios relativos a un posible abandono de sus familiares. Insisten en que su relación era inexistente y dicen desconocer que tuvieran algún tipo de problema de salud. "Hasta donde sabemos estaban bien", apuntaron.

Además de sus sobrinos, los difuntos solo tienen unos primos carnales en Valladolid, los cuales tampoco tenían contacto directo con sus parientes. Los que sí los vieron poco antes de perderles la pista fueron vecinos de la misma calle. "Les vi en la calle Caveda hace unos cinco años por última vez, él estaba bastante aturdido por un tratamiento para la depresión, pero a ella la vi perfectamente", comenta un conocido, convencido de que ambos "eran muy buenas personas".

La capilla ardiente estuvo abierta desde las once de la mañana hasta las seis de la tarde y, aunque a lo largo del día no pasaron muchas personas, hubo quien sí quiso pasarse por el funeral. "No sabía si venir o no por la mala muerte que llevaron, pero quise despedirme de ellos", dijo un excompañero de trabajo de ambos, visiblemente emocionado a la salida del funeral.

En lo que respecta a las causas de las muertes, la Policía Nacional mantiene abiertas todas las hipótesis, salvo la participación de terceras personas en las mismas. Si bien se señaló desde el principio que los cuerpos aparecieron "momificados" y "sin signos de violencia", no se descarta que los decesos fuesen violentos. Los investigadores trabajan en distintas opciones, a las que podrían dar luz los resultados de las pruebas practicadas durante la autopsia.

De momento, las fuentes oficiales se limitan a decir que no hay informes determinantes. Los mismos podrían terminarse en los próximos días y arrojar luz sobre las incógnitas que mantienen en vilo tanto a una familia como a unos vecinos que llevaban años sin saber nada acerca de los dos inseparables hermanos.

Las pesquisas abarcan también a los testimonios de los vecinos. A este respecto, algunos residentes del bloque indicaron en su declaración que la relación entre ambos hermanos no era tan buena como otros indican. La labor policial se centra en cotejar los diferentes testimonios para tratar de llegar a alguna conclusión al respecto.

De todos modos, la Policía pide cautela. El estado de los cuerpos también cuenta a la hora de tratar de reconstruir los hechos y son muy importantes algunas pruebas como las relativas a sustancias toxicológicas. El abanico es tan grande que no se descartan suicidios por ambas partes ni una posible colaboración mutua para quitarse la vida.

El aislamiento de los implicados en sus últimos años de vida tampoco contribuye a agilizar la investigación. Los pocos testimonios de personas cercanas tienen como inconveniente su lejanía en el tiempo. Los "no recuerdo o quizás" son constantes en la boca de algunos vecinos preguntados por este periódico en los que la Policía también ha puesto su mirada con la intención de dar luz a todo lo ocurrido. Sobre la fecha de la muerte poco se puede decir, más allá de que nadie les había visto desde al menos hace cuatro años.

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