Margarita López Arredondo, ovetense de 48 años, tiene autismo severo y, como suele ser habitual, se comporta de una forma que puede ser chocante para quien no esté familiarizado con este tipo de personas. El caso es que, de tanto en tanto, adquiere ciertos hábitos que contribuyen a calmar su ansiedad y asentar sus ánimos. El último de ellos comenzó hacia la primavera pasada y todavía perdura: entrar en las peluquerías a mojarse el pelo. No hay nada que la calme y la satisfaga más.

Este reciente entretenimiento ha sido una herramienta perfecta para valorar la aceptación con la que la gente trata a este tipo de personas. Porque su madre, Carmen Arredondo, se ha encontrado en casi todas partes con las puertas abiertas y una enorme comprensión, y ha visto que son muchas las personas que contribuyen a hacer feliz a su hija.

Margarita acude a un centro ocupacional todas las mañanas de lunes a viernes y, hacia las tres y cuarto de la tarde, sale con su madre a dar un paseo por el entorno de su vivienda, en la calle La Luna. Es en esa zona de Oviedo donde suele entrar en muchas peluquerías a calmarse y buscar su momento de felicidad mojándose el pelo.

Una de las que más frecuenta es Atrezzo, situada en la plaza de El Carbayón. Allí acude casi todos los días, y desde el primero que entró ha sido bienvenida. Para las empleadas, ya es una más. "Cuando no viene nos acordamos de ella", asegura una de ellas, Balbi Castrosín, que recuerda cómo la echaron de menos una época que fue a pasar unos días con su familia a Gijón y dejó de ir por la peluquería.

Su visita no es igual todos los días. A veces entra en la peluquería, se sienta y se moja el pelo, o deja que las propias peluqueras se lo laven. Otros días se conforma con tocar el dibujo de un secador que hay en el exterior del local. En cualquier caso, el entusiasmo es siempre el mismo.

Suele llegar caminando con su madre desde la acera de enfrente. "El tráfico lo respeta, y espera en el semáforo; pero cuando se pone en verde echa a correr hasta la peluquería y ya no la puedes parar", relata su madre.

Los primeros días entraba, saludaba y se iba, pero pronto empezó a quedarse algo más de tiempo para disfrutar del agua caliente, y no tardó en hacerse fija por las tardes.

Carmen Arredondo cree que la afición a las peluquerías le viene de hace años, cuando trabajaba en Turón en una farmacia (ahora está jubilada) y solía dejar a su hija con una amiga. "Las tardes que llovía se metían en la peluquería y quizás ahí empezó todo", relata.

Su hermano Miguel señala, no obstante, que Margarita se obsesiona con determinados hábitos por épocas y después de un tiempo los deja de lado y pasa a otra cosa. Es posible que con este de lavarse el pelo ocurra lo mismo. Entre tanto, ella disfruta enormemente de convertir la peluquería en su balneario particular.

"Cada vez que tenga un mal día os la vengo a traer", bromea su madre, convencida de que "tendría que haber peluquerías de guardia".

Las personas con autismo tienen muchas limitaciones en su comportamiento y para ellas es fundamental la fluidez de lo que hacen. Este tipo de personas, como explica Carmen Arredondo, "convierten en obsesiones imprescindibles para su serenidad situaciones que a primera vista parecerían banales; sin embargo, en caso de no poder realizarlas, les genera una ansiedad difícilmente controlable", que es mala tanto para ellas mismas como para su entorno.

Como explica el hermano de Margarita, "estas salidas que hace a la peluquería son muy buenas para ella, porque se siente en libertad". Cuando la retienen contra su voluntad y le impiden actuar suelen surgir problemas. "Y aunque ella nunca agrede a nadie, cuando está nerviosa sí puede golpearse a sí misma", añade su madre.

Margarita suele pasarse las tardes en casa, tras ese momento tan especial para ella en la peluquería. Por eso, Carmen Arredondo se ha mostrado muy agradecida con "la gran empatía y cariño" que esta y otras peluquerías muestran hacia su hija. Hay una, sin embargo, en la que ha encontrado cierta hostilidad, "desprecio y malas formas", y que cuando sale de paseo con su hija tiene que sortear para evitar problemas. Esa es, no obstante, la excepción, y en la mayoría de los lugares se ha encontrado comprensión y sensibilidad. Y gracias a ello su hija Margarita disfruta cada día de su momento de calma. Las puertas de Oviedo están abiertas para ella. Y también los grifos.