Sandalio Díaz condujo a diario 11 horas un Alsa entre Oviedo y Madrid y de aquella no había autopista del Huerna y nevaba de verdad. "Ponía cadenas porque había que pasar Pajares por narices", asegura. Recuerda un día que "en Pola de Lena ya había una cuarta de nieve y al llegar a Campomanes un montón de coches parados". Aquella mañana Sandalio se saltó aquella caravana y del bar salió corriendo la pareja de la Guardia Civil para decirle que aquello estaba muy mal. "Les dije que si me daban un papel oficial en el que pusiese que no podía pasar me volvía a mi casa encantado", recuerda. Aquel papel no llegó y Sandalio tiró puerto arriba, "fue el mejor viaje que hice nunca por nieve, no había nadie".

Esa actitud, la de los que llevan el volante, es la que quiso reconocer la empresa Alsa con la comida ofrecida ayer en la estación de autobuses de Oviedo a dos centenares de jubilados de la compañía. Son aquellos hombres que llegaban a Bruselas a las tres de la madrugada sin GPS y sin saber francés "y si sufrían una avería lo arreglaban ellos", alabó Javier Carbajo, directivo jubilado.

En la misma línea se manifestó el presidente de Alsa, Jacobo Cosmen, que ayer quiso evitar el protagonismo y se limitó a decir que sin esos trabajadores jubilados que ayer se reunieron para comer Alsa no sería lo que es. "Queremos agradecer el esfuerzo y el trabajo de esta gente porque sin ellos no seríamos lo que somos hoy, pero tampoco lo que seremos mañana".

El empeño de Alsa es "mantener una relación con los trabajadores más allá de su vida laboral", insistió Carbajo. Para ello este año se convocó por primera vez el concurso "Historias del Alsa". Dimas Canella, exconductor de la línea Oviedo-Avilés, se llevó el premio con un vídeo montado con fotografías de sus años de trabajo y un simulador de vuelo en el que la avioneta llevaba el nombre de la empresa. Ayer aparecieron muchos más recuerdos y anécdotas de miles de kilómetros.