Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) es uno de los autores más reconocidos de la poesía contemporánea. Obtuvo el Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos I por su libro de poemas "Ventanas sobre el bosque" y entre la lista de galardones por su obra poética destacan los premios Federico García Lorca, Ciudad de Melilla y Generación del 27. Es catedrático de Literaturas Románicas en la Universidad de Málaga y también ha publicado ensayos como "Los poemas de Picasso", "La poesía de Rafael Alberti" o "Vanguardia e ideología". Jiménez Millán está hoy en la ciudad para ofrecer una conferencia sobre el poeta ovetense Ángel González bajo el título, "De 'Áspero mundo' a 'Tratado de urbanismo': la ciudad en la poesía de Ángel González". Un acto, a las 20.00 horas, en el Aula Rector Alas del Edificio Histórico de la Universidad (calle San Francisco), que organiza la Cátedra Ángel González con la colaboración de la Fundación Banco Sabadelll y la Consejería de Cultura.

- ¿Por qué es tan importante la ciudad en la poesía de Ángel González?

-La ciudad funciona como algo más que un simple decorado en la obra del poeta, es su núcleo de experiencia y protagoniza muchos de sus versos. El propio Ángel González dijo que lo fundamental de su libro "Tratado de urbanismo" era la vida en la ciudad. Es algo que contrasta con la tradición que dominaba en la poesía hasta entonces; una imaginería rural y agropecuaria propia de la Generación del 98. Ángel González se fijó en la experiencia de los cotidiano.

- ¿Esa ciudad tan importante es un concepto general o un lugar en particular?

-En su libro "Áspero mundo" hay un poema muy conocido que empieza diciendo "Aquí, Madrid, mil novecientos cincuenta y cuatro: un hombre solo". En algunos poemas concreta el lugar perfectamente, pero yo creo que Ángel se refiere a la ciudad en abstracto, a la ciudad moderna.

- Esos poemas desprenden pesimismo. ¿Es la ciudad algo triste para Ángel González?

-Sí que hay un pesimismo bastante marcado, pero luego se va matizando para convertirse fundamentalmente en ironía. La aplica de una manera radical, sin esperanza y con convencimiento.

- Son obras escritos a mediados y finales de los años 60. ¿Cómo lograron burlar la censura?

-No lo sé bien. Quizás los censores se fijaban menos en la poesía que en la novela, el cine y el teatro, con una mayor difusión al público. Yo creo que la censura franquista no tocó los poemas de Ángel González porque no entendía su ironía. Además, algunos textos los publicó fuera, como "Grado elemental", en París. La editorial Ruedo Ibérico, en Francia, fue una solución eficaz para evitar censores.

- ¿Cuándo comenzó a interesarse usted por la obra de Ángel González?

-Una compañera de clase me habló de su poesía cuando yo estudiaba Filología en la Universidad de Granada. Era el curso 1973/74. Busqué la edición que existía entonces de "Palabra sobre palabra" y me fascinó. Así hasta hoy, que sigue siendo uno de mis poetas de referencia

- ¿Lo conoció personalmente?

-Sí. Coincidí y traté con él en varias ocasiones en Madrid, Granada y Málaga. Era una persona excepcional y me considero un afortunado por haberlo conocido.

- Cuando usted pasea por Oviedo, ¿reconoce pasajes de la obra de Ángel González?

-Sí, claro. La obra de Ángel González habla al mismo tiempo de su historia personal y de la colectiva. Dijo en una entrevista que le hizo en 2002 Luis García Montero que vivía en pleno campo de batalla. Guardo el recorte: "Oviedo fue una ciudad sitiada durante casi dos años. Me crié en el seno de una familia perseguida con saña por los que resultaron vencedores de la contienda. El horror que viví por entonces llegó a ser parte de mi intimidad". Hay una presencia de derrota que afecta a su familia y que condiciona muchísimo toda su obra. Eso fue en Oviedo,

- ¿Ha influido Ángel González en su manera de escribir?

-Sí. Publiqué mi primer libro en 1977 cuando tenía 22 años y ya entonces me influyó el estilo, tanto en mi manera de escribir, como en la forma de entender la poesía. Lo mismo me ha pasado con otros autores de la misma generación, como Gil de Biezma o Carlos Barral.