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El motor humano del tiovivo del Bombé

El holandés Noldi Visser, afincado en Bimenes, mueve a pedales el carrusel navideño de Oviedo, que construyó con sus propias manos

Noldi Visser, montado en la bicicleta que sirve de motor para su tiovivo. FERNANDO RODRÍGUEZ

Noldi Visser entrena en bicicleta cuatro horas al día desde hace ocho años. Los músculos de sus piernas se han desarrollado desde entonces haciéndole capaz de soportar una carga superior a 160 kilos cada vez que pedalea. No es que lleve un abultado equipaje, sino que es el motor humano de un tiovivo de ocho plazas.

Este feriante holandés de 55 años afincado en Bimenes construyó con sus propias manos el carrusel para instalarlo en ferias y mercados asturianos. Hasta ese momento, se había dedicado a la venta ambulante de esponjas naturales, pero en uno de sus viajes por Europa se topó con uno de estos "tiovivos ecológicos", como él los llama. "Me pareció muy atractivo y fácil de hacer. Estaba algo cansado de las esponjas porque tampoco me iba demasiado bien, así que conseguí los planos y me hice un carrusel yo mismo", explica mientras espera la llegada de clientes en el paseo del Bombé.

La suya es una de las atracciones más demandadas que el Ayuntamiento ha instalado en el Campo San Francisco. Está justo en medio de las dos carpas navideñas que hay en el paseo, al lado del tobogán de hielo. Un cartel de madera informa del precio, dos euros por "una vuelta al mundo".

Al carrusel pueden montar niños menores de once años, aunque el feriante permite que alguna vez suba un padre con un bebé de meses. "A las familias les hace ilusión, yo creo que por sacarse una foto más que otra cosa", comenta.

La bicicleta es simple. Tiene una sola marcha y frenos, por lo que el esfuerzo de Visser varía en función de los niños que haya montados y su peso. Es el único carrusel de estas características en Asturias, aunque otro artesano de León con un tiovivo parecido también participa en ferias y mercados asturianos, especialmente en los de temática medieval.

Visser salió de su Holanda natal hace varias décadas con el objetivo de conocer mundo, aprender idiomas y ganarse la vida como artesano y feriante. Recaló en Alaska, Nueva Zelanda, Costa Rica y España hasta que decidió asentarse. Eligió España porque había alcanzado un alto nivel de castellano y le gustaban las costumbres de los españoles. Primero se estableció en Almería. "Es un sitio fantástico, con mucha luz, pero un calor excesivo. Me terminé agobiando mucho y puse rumbo al norte en busca de más fresquito y de paisaje verde. Asturias me cautivó", explica el holandés antes de reconocer que su mayor enemigo es la lluvia: "La clientela baja bastante si llueve, pero a los ovetenses les gusta pasárselo bien y la novedad en cuanto se abre un claro".

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