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El Campo San Francisco: la maltratada joya de Oviedo

El Campo, pese al BIC, sigue amenazado por la instalación de chismes, la mala conservación y ningún plan de choque

Envases de plástico tirados en una jardinera deteriorada de una columna del Bombé. LNE.

Tomado, este artículo, de la expresiva fábula de Iriarte, "Los dos conejos", en la que entre los dos orejudos, despreocupadamente, discuten si los canes perseguidores son galgos o podencos. En un santiamén los perros llegan y los devoran, y al final poco importó el pelaje. Por lo que a Oviedo atañe, lo más destacado es su conclusión: "Los que por cuestiones de poco momento dejan lo que importa, llévense este ejemplo".

¿Galgos, podencos? ¿Bienes de Interés Cultural (BIC) que a toda costa están obligados a proteger? ¿De quién dependen, del Principado o del Consistorio? ¿En San Mateo y Navidad el BIC se va de vacaciones y mira para otro lado? También podría decir "Casa con dos puertas mala es de guardar". Más todavía cuando no se llevan correctamente, ni por asomo, existe sensibilidad, voluntad o propósito de solucionar entuertos que la capital de Asturias padece desde los tiempos de María Castaña.

En primer lugar, no por lo sangrante de su estado, más bien por tratarse del buque insignia y estar situado en el centro de la ciudad he de referirme al Campo de San Francisco, al que parece que le echaron el mal de ojo, visitan las brujas montadas en escobas y Busgosu dejó de proteger. No se puede tratar peor este lugar de esparcimiento, patrimonio legado durante siglos por generaciones de ovetenses, que hemos de conservar y mimar para que los hijos de nuestros hijos lo puedan disfrutar. No es de recibo el estado en que se encuentra; casi todos los días lo atravieso y aparte de ponerme colorado me dan ganas de llorar. Está espachurrado por las cuatro esquinas.

Las carpas, en la acepción más cutre de su significado, son espeluznantes, de manifiesta fealdad, rodeadas, sin orden ni concierto, de trastos por todos lados, invadiendo nuestro sagrado Bombé y el entorno de la Rosaleda: espacios verdes de paseo, conversaciones y reflexión. Hagan la prueba y recorran todas y cada una de las fuentes que alberga: Fuentona, Ranas, Pez, estanque Covadonga, las dos de los angelinos?, todas tan secas como si los ovetenses fuéramos portadores de la rabia y odiásemos el agua, cuando no es así. Un quiosco de helados o de prensa, pegado al edificio de la Granja, sucio y pintarrajeado, da el nivel de incompetencia de sus cuidadores. No se repone ni un solo árbol, el piso no puede estar en peores condiciones y los bordillos son aberrantes. El conjunto ofrece una imagen vergonzante.

Punto y aparte merece el quiosco del Bombé, proyectado en 1885 y edificado en 1888 por el arquitecto Juan Miguel de la Guardia. El día menos pensado se hunde. Su estado de deterioro es tal que quizás se encuentre en el punto sin retorno. ¿Cuántos años hace que está vallado, cuantos que tenía que haberse reconstruido? Igual nos da si es BIC, que lo parta un rayo y acabamos. Si depende de nuestra corporación otro tanto. Para El Campo no hay dinero y no quiero entrar en comparaciones, siempre odiosas.

¿Y qué me cuentan del Paseo de los Álamos? ¿Quién o quiénes de los responsables de su mantenimiento lo pisan de vez en cuando? ¿Alguno de ellos sabe que el creador del mosaico fue el artista Antonio Suárez y que el estado en que se encuentra esta obra de arte es lamentable? Pasear por él un día lluvioso es un suplicio, te salpicas hasta las rodillas. Charcos por los cuatro costados, baldosas rotas, o sueltas a su libre albedrío, que en tantas ocasiones van a los bolsillos como recuerdo, o se les da una patada que las hace desaparecer. Para colmo, todos estos desperfectos, no se reparan con sentido artístico y cohesión con lo que significan. ¡Qué va! En lugar de rellenar los huecos con el mármol adecuado, recomponiendo el dibujo, el operario de turno, un mandado, echa unas paladas de cemento y santo remedio. Al final no hablaremos de la obra artística de Antonio Suárez porque está a punto de desaparecer por inoperancia del BIC, no sé si naranja o cristal, con la colaboración de diferentes responsables de Parques y Jardines de nuestro Ayuntamiento.

Nuestro Campo de San Francisco ya no admite demora en su rehabilitación ni puede sufrir más agresiones con carpas y cachivaches del tipo que les venga en gana instalar. Las fuentes, sin excepción, deben de hermanarse con el agua. Restaurar barandillas oxidadas, adornos y bancos de piedra, el quiosco del Bombé? Repito, para todo ello hace falta voluntad y sensibilidad. Además de un presupuesto adecuado, con fechas concretas de inicio y final de las obras, cuanto primero mejor. ¿O preferimos pasar a la posteridad como cómplices de su ruina y, a la vez, ser el hazmerreír de propios y extraños?

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