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El arte de la improvisación

Ildefonso Rodríguez y Marcos Canteli presentan sus últimos libros con música y acompañados por la majestuosa y versátil voz de Cova Villegas

Cova Villegas, Marcos Canteli e Ildefonso Rodríguez, sentado, durante la presentación. IRMA COLLÍN

Ildefonso Rodríguez (León, 1952) publicó su primer libro en Oviedo. Era 1972 y el volumen, una pequeña antología poética, se titulaba "Escritos inmateriales". La portada era obra de Jaime Herrero. Rodríguez, estudiante de Filosofía y Letras en aquel Oviedo oscuro y abierto, cerró ayer el círculo. El leonés volvió a Oviedo, a la galería 451 de la calle Mon, para presentar la que hasta ahora es su última obra, "Ciclo Tierra de Campos (inacabado)", con diseño de Carmen Santamarina y que ha publicado la editorial ovetense Malasangre.

La presentación era doble. Marcos Canteli en realidad nació en Bimenes y hace años que abandonó el Oviedo en el que se crio, se formó y se forjó como poeta. Ayer regresó a la ciudad para dar al público su último trabajo, "s/7" (Varasek Ediciones).

Dos tipos aparentemente normales pero que nada tienen de convencionales, y menos aún si en la puesta de largo de sus trabajos les acompaña la portentosa Cova Villegas, una mujer que puede hacer con su voz cosas tan extrañas como maravillosas.

Volviendo al inicio, Ildefonso Rodríguez presentó una obra que él dice inacabada, tal vez porque su obsesión por el tiempo no le deja poner el punto final a un trabajo que se remonta a la juventud, a un viaje iniciático con tres amigos que en realidad fueron dos viajes con cuatro personas pero que la poesía llevó por otros lares.

Ildefonso Rodríguez habló de poesía, de la primera lectura de Rimbaud, y de música, de su pasión por el jazz y de sus primeras escuchas de Coltrane.

El leonés puso los mimbres y luego tejió el resultado. Demostró que además de versos también tiene la musicalidad del jazz. Se colgó su saxo tenor e improvisó durante unos minutos.

Abrió la lata para la llegada de Canteli y Villegas. Los dos asturianos, el de Bimenes y la entreguina afincada en León, siguieron la senda de esa improvisación. Canteli recorrió sus versos últimos, sus espacios vitales y sus "seres obligatorios" de los que antes había hablado Rodríguez. Villegas le puso la otra voz, la del ruido y la calma, la de todos los sonidos que puede provocar un poema leído en silencio. A eso, a la melodía en voz y verso, se sumó de nuevo la música del saxo de Rodríguez.

Una mañana soleada para orear el cuerpo y el alma, para descubrir con sorpresa que Oviedo siempre es un lugar al que regresar para redescubrir.

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