El primero en salir fue el Príncipe Aliatar, que abrió paso a una comitiva integrada por un séquito de más de 1.600 personas y 43 pasos diferentes, llegados de lugares tan exóticos como Damasco, Basora, Babilonia, Rajastán y Trebisonda. "¡Aliatar, por favor, diles a los Reyes que este año me he portado muy bien y que tienen que dejarme todo lo que les he pedido!", gritaba Samuel Secades a viva voz desde el paseo de los Álamos. Mateo Pérez, que estaba muy cerca, no las tenía todas consigo. "Yo me he enfadado unas cuantas veces con mi primo estas Navidades, no sé yo si me van a traer algo", decía en tono más bajo.

Pero el delirio entre los más pequeños llegó cuando aparecieron las carrozas de los Reyes tiradas por caballos, que este año desfilaron casi seguidas a la cola de la cabalgata. La pequeña Leticia Hernández, de 5 años, ni siquiera pestañeaba al ver pasar a Gaspar. "Lleva nerviosa desde por la mañana. Ha pedido un montón de cosas y quería venir a ver a los Reyes para decirles dónde vive", explicaba su madre. Los hermanos Paula y Miguel Pérez tampoco quisieron perderse el desfile. Ella, que es más pequeña, había solicitado en su carta que le trajeran "una casita de Peppa Pig". Él "un castillo de Lego y unos muñecos muy guays que hacen un montón de cosas". No es que se explicase muy bien, pero los Reyes lo entienden todo.

Pedro Martín y su primo Ignacio Sánchez echaron en falta más caramelos. "Solo los reparten los ayudantes que van detrás de las carrozas de los Reyes", decía el primero, contrariado. "No te preocupes, lo importante es que traigan los regalos y que esta noche los dejen en nuestras casas", le consolaba el otro. Por su parte, Ana Belén González, que tiene 6 años, lo tenía muy claro. "Lo que hay que hacer es obedecer a tus padres y ser buena en el colegio. Si tú cumples eso, los Reyes te dejan todo lo que has pedido. Yo lo hago todos los años", sostiene.

La cabalgata de este año, que duró alrededor de dos horas y media, discurrió sin incidentes reseñables. En esta edición se cerraron por primera vez al público las calles Los Pozos y El Águila, que se limitaron al paso de la comitiva real para evitar accidentes, especialmente con los caballos y el resto de animales, que en ocasiones suelen resbalar por el tipo de firme. "Ahora me voy a dormir muy rápido para abrir pronto los regalos", decía Santiago Duarte, tras ver pasar al último Rey Mago.