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Abrazar a un desconocido

Testimonio en primera persona del accidente que dejó a un hombre herido grave, el sábado, en San Andrés de Trubia

Los bomberos excarcelan al accidentado.

Fue el sábado. Eje vial AS-228 entre Trubia y Puerto Ventana al poco de la salida de San Andrés, de mis amores, al filo de las dos de la tarde en día lluvioso y frío. Escuchando un preludio de Bach mi coche enfila por la carretera entre un río alborotado y la maltrecha Senda del oso camino de mis valles para visitar la familia. Al otro lado de las montañas nevadas, la Babia del alma que espera al cronista para participar en un "calecho" en Vega de Viejos.

Suena a primores el piano de Juan Sebastián cuando, de pronto, aparece un coche detenido en la calzada con las intermitencias encendidas. Detengo el Megane y hago lo propio con las luces. Hay varios coches y uno empotrado contra el talud después de haberse llevado un letrero por delante. En el interior, un hombre atrapado entre el asiento y el volante. Viajaba solo. Sangra por la nariz, parece su cara amoratada y se le oyen débiles quejidos. A su lado, Isabel, una joven del pueblo que paseaba por la senda tranquilamente con su perro, otro vecino y más gente.

Tras unos momentos de la composición del lugar, intento abrir la puerta del asiento acompañante que cede luego de tirar con fuerza, abrir un pequeño espacio y terminar la apertura a patadas. Me siento al lado del hombre desconocido, le palpo el pulso en la muñeca, en el cuello, le miro los ojos y todo parecía estar bien, pero con el corazón encabritado. Le limpio la sangre de la nariz, varias veces, le paso las manos por el cuero cabelludo, le palpo el vientre y el pecho por si manaba sangre. Apago el contacto del motor y busco algo con lo que amantarle. Isabel y otras personas ya habían llamado a las urgencias del "112" que se habían puesto en camino. La chiquilla estaba lívida, con el alma dolorida y varias veces repetía al hombre: "¡No te duermas! ¡No te duermas!"

Con la cabeza ligeramente echada hacia delante, el herido no paraba de quejarse con lamentos suaves y llenos de la dignidad de un hombre paciente. Un vecino bondadoso fue en busca de una manta a su casa y mientras tanto en la chatarrería alocada de la parte trasera de la furgoneta encontré varias bolsas de plástico con las que lo fui cubriendo con la ayuda de Isabel. Le pregunté por su nombre y balbuceó Fernando.

Deseaba que me hablara. Le saqué a duras penas los sesenta años de vida, pero no la procedencia ni el destino. Cubierto ya con la manta y las bolsas, le seguí acariciando, limpiando su sangre, cogiéndole su mano derecha que iba entrando en calor al frotarla con las mías. Lo rodeé con los brazos en el abrazo fraterno jamás dado y fueron cediendo los quejidos. Le froté el muslo y en un momento sentí su mano coger la mía.

Con la mano izquierda sobre sus hombros le fui susurrando al oído palabras apacibles, el buen estado en que se encontraba y la pronta aparición de la ambulancia. A varias preguntas balbuceaba sonidos que no llegaban a componer una palabra. El cuerpo había recobrado el calor y fui notando que su corazón iba por el buen camino.

Suenan las sirenas. Primero la patrulla de la Guardia Civil que me hizo unas preguntas y sabiendo que las urgencias estaban en camino, se pusieron a dirigir el tráfico. Al pronto más sirenas. Era la ambulancia con sanitarios muy bien preparados. Luego los bomberos. El cronista abandona su sitio para que los técnicos realicen con espacio su labor. Pronto una máscara de oxígeno, preparativos para la excarcelación y con minucioso y cuidado trabajo el hombre abandona lo que pudo ser el solar de su muerte y en una ambulancia lo llevan al hospital.

Solo sé que se llama Fernando y que le propiné con amor el abrazo de la vida. Vuelto a mi vehículo continué el viaje hacia mis valles con miles de imágenes y sonidos que volaban, de un lado para otro, por delante del parabrisas. Como en el cuento de "El Principito", cuando Antonio el piloto se dirige a sus lectores: "Si algún día lo veis, llamadme, me gustaría saber algo de él" . Se llama Fernando.

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