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Visiones De Ciudad

Piñón grande y catalina pequeña

A pesar de las cuestas, Oviedo, alejada de los bosques de palos de selfie de otros pagos, está al nivel de cualquier ciudad europea en cuanto a orden,limpieza, belleza e interés

Una vista general del barrio de Teatinos. MIKI LÓPEZ

Oviedo y yo. Muchos años después, había de recordar el día en que mi padre me llevó a conocer la Catedral. Él no conducía, así que la primera excursión de mi vida a Oviedo se acortó de forma sensible por las paradas del Arrojo, la legendaria empresa de autobuses que durante muchos años nos sirvió a los polesos de cordón umbilical con la cercana capital asturiana. Recuerdo la admiración y el asombro que sentí en aquel momento por la ligereza majestuosa de la torre flamígera, y a mi padre hablando de las cosas hermosas que podía lograr la fe.

Poco a poco, la ciudad fue cobrando una presencia cada vez mayor en mi vida. Primero, en mis estudios de Filología Inglesa y en la folixa del sábado noche y de San Mateo. Después, al compaginar mis estudios de Musicología en el Milán con los de Canto en el Conservatorio, que por su proximidad a la torre convirtió a esta en parte de mi cotidianidad. Más tarde, trabajando como profesor de Música de Secundaria en las Teresianas, disfrutando de sus espléndidas vistas de la ciudad desde el Naranco, y viviendo ya buenas temporadas aquí. Al final, terminé pasando más tiempo en Oviedo que en ninguna otra parte y, después de cuatro años muy fructíferos en Alemania, me establecí en el barrio de Teatinos. Mis hijas ya son ovetenses de cuna, aunque nuestros genes polesos y polacos asoman con mucha frecuencia.

Oviedo en el mundo. -Papá, ¿qué ta más cerca, Madrid o la Luna? -¿Tú Madrid veslo?

No hay nada mejor que recorrer mundo para valorar una ciudad. Mi profesión y mi familia política me suponen largas ausencias de casa. El viaje comienza siempre buscando combinaciones que hagan más asequible y menos agotador partir de unas tierras astures que no nos ponen nada fácil conocer mundo. Parece que alguien se decidió a tomar al pie de la letra aquello de "Asturias, paraíso natural" y quiere que aquí solo acaben viviendo dos. Es una especie de Agrimensor K a la inversa, no hay quien salga de aquí. A veces lo consigues? pero poco después la ciudad comienza a tirar. Una ciudad lo bastante pequeña para no resultar agobiante, pero lo bastante grande para tener de todo. Una ciudad con mucha historia y muchos atractivos, pero alejada de los bosques de palos de selfie que reinan en otros pagos. Una ciudad tranquila. Una ciudad hospitalaria. Una ciudad hermosa. Una ciudad limpia. Hoy día, regresar a Oviedo después de viajar por Europa no supone contraste alguno con ninguna otra ciudad europea en cuanto a orden, limpieza, belleza e interés. Los cantantes con los que coincido en el Campoamor, que vienen de todos los rincones del mundo, se muestran encantados con la ciudad; de hecho, suelo sondear su opinión antes de que sepan que soy de aquí, así descarto cualquier adulación.

Claro está que alguno de ellos podría poner alguna pega a nuestra ciudad. Y con toda la razón. Podría decir, por ejemplo: que cuesta. Perdón: "¡qué cuesta!". Oviedo es una ciudad de piñón grande y catalina pequeña. Un mal chut en Monte Cerrao y hay que ir a comprar otro balón. Por algo Llanera se llama Llanera. Pero esto no es evitable. Sí lo es el enfoque gastronómico actual de la ciudad y por extensión de Asturias. Cuando los cantantes de fuera se refieren a Oviedo siempre acaban hablando del cachopo. Una comida que no puede ser más batallera y simplona se ha impuesto a las verdaderas delicias que ofrece esta región, a los finísimos pescados y mariscos del Cantábrico, a les fabes, a las carnes, a los potes, a los dulces tradicionales y de autor y, sobre todo, a los asombrosos quesos asturianos. En este último caso he de confesar, no sin antes pedir perdón a quienes viven de ellos, que me alegro de que los quesos asturianos sean poco conocidos. Tienen una calidad comparable a la de cualquier gran queso del mundo y de ser famosos acabarían siendo prohibitivos y privándonos a todos de su disfrute. Que este sea nuestro secreto mejor guardado.

La oferta ovetense solo echa de menos los alimentos que tengan que ver con el sol por motivos obvios. Hace poco anuncié en las redes sociales una búsqueda de inversores para desarrollar el primer tinto ácido "Marqués de Mordor". Y es que no ver el sol cuesta, sobre todo cuando lo has visto. Recuerdo mis temporadas de desesperación tratando de salir con las niñas al parque, enjaulado en casa bajo el cielo encapotado. Cuando venía un día de sol seguido de otro de lluvia pensaba que el clima de esta ciudad es como un pobre drogadicto que tiene un día bueno, y te promete que va a seguir así, y al día siguiente no puede evitarlo y falta a su palabra. El tiempo en Oviedo no deja de fallarte, pero siempre se lo acabas perdonando. Ahora bien, como siga en marcha la cosa del cambio climático, y al final haya en todos los sitios el mismo tiempo incierto e inconstante que aquí, ese día redentor nos enseñará que la espera en Oviedo habrá merecido la pena y contemplaremos el panorama con una sonrisa mitad alivio, mitad malicia.

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