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"El amor es el único superpoder que tenemos los humanos"

"Pasé meses en la Cañada Real para documentarme para 'Todo arde'; es un descenso metafórico a los infiernos"

Nuria Barrios. LNE

Nuria Barrios escribe desde la frontera o poniendo la sociedad en un espejo para que devuelva una imagen más real y cercana de lo que esa sociedad es capaz de ver. "Todo arde", su última novela, se mueve en ese territorio, una historia de amor familiar y de salvación al filo del abismo. La autora estará el viernes en Oviedo para participar en las Tertulias del Campoamor, organizadas por la Fundación Municipal de Cultura en colaboración con LA NUEVA ESPAÑA. Será a las 20.00 horas, en el salón de té.

- En "Todo arde" conviven dos mundos, el del poblado supermercado de la droga y el que se supone "normal".

-La novela cuenta una historia que transcurre en un espacio de frontera. No está ni en el lado de sombra, ese escenario del poblado, ni en la normalidad, lo diurno y convencional. Lolo, uno de los protagonistas, es un chico de 16 años que llega al poblado para devolver a su hermana mayor, Lena, al mundo de los vivos. Lo que más pesa en novela es el amor de los hermanos y su intento de salvarse.

- ¿Lena ya está al otro lado?

-Está en el filo del abismo.

- Dos mundos que parecen muy alejados, pero que en realidad no lo están tanto.

-No. En el poblado la vida tiene la misma estructura que a "nuestro" lado. Es una gran empresa de venta de drogas, parece caótico pero no es así, tiene las mismas relaciones sociales o familiares que nosotros, establecen unas jerarquías en esa gran empresa. Es una imagen invertida de nuestra sociedad. La apariencia del poblado es terrible, pero eso es simplemente una lámina que si la quitas encuentras una estructura muy identificable y muy eficaz.

- Un inciso, Lena es el nombre de la protagonista de "Nosotros, los Rivero" y Lolo es un nombre muy asturiano, ¿hay alguna razón?

-No. No hay ninguna relación con Asturias, aunque me gusta la coincidencia.

- En algunas ciudades se está viendo el repunte del consumo de heroína.

-Ahora el escenario es muy distinto. En los 80, los yonquis estaban en las ciudades, ahora están en poblados. Es un caso de cinismo gubernamental. Los yonquis afean las ciudades que ahora son reclamos publicitarios. Lo que no resulta bonito se aparta. En los 80 las calles eran una red abierta para la venta de drogas. Ahora los poblados son un microcosmos, una sociedad autónoma.

- El poblado de su novela recuerda constantemente a la Cañada Real, el mayor supermercado de la droga de Europa.

-La Cañada ha sido modelo de trabajo, pero no es una novela realista ni costumbrista. Podría ser cualquier poblado en cualquier ciudad. Buena parte de la acción se desarrolla de noche precisamente para que se pierda cualquier referencia visual.

- ¿Entrar en la Cañada no es sencillo, cómo lo consiguió?

-De la Cañada ya no queda nada, esos asentamientos aparecen y desaparecen. La verdad es que desde que comencé a escribir la novela no he vuelto por allí.

- ¿Cómo entró?

-Allí no entras si no vas a comprar y a consumir, y aun así tienen que conocerte. Por causas que no vienen al caso, yo tenía contacto con una de las familias que vendían. Me abrieron las puertas de su fumadero, de su negocio en la Cañada, y al tener el respaldo de una de las familias se me abrieron las puertas de todos los fumaderos. Durante meses fui a todas horas, por la mañana, por la tarde, por la noche. Pasé allí mucho tiempo. Abrí los ojos y las orejas y me empapé de todo.

- ¿Es un descenso a los infiernos?

-Es un descenso metafórico a los infiernos, a ese infierno al que hacen referencia los personajes de la novela, a la oscuridad, al fatalismo, pero también a la esperanza. También hay otro infierno, el inframundo de la mitología griega al que iban las almas de los muertos. Hay un parecido asombroso entre los yonquis con un estado de degradación avanzado y los muertos tal como los describen los griegos.

- La novela se abre describiendo un perro, luego aparecen más.

-La presencia de esa perra, "Fuga", es esencial en la novela. Acompaña a Lolo y el chico siente menos miedo, pero en realidad su compañía es una condena. El paisaje del asentamiento está habitado por hombres y por perros. En esas situaciones límite los hombres de van deshumanizando y los perros se humanizan.

- En su obra siempre aparece el sentido del humor, ¿cómo se encaja en el escenario del poblado?

-Una de las claves es el lenguaje de los gitanos y de los yonquis, un lenguaje muy vivo. Hay un contraste entre la apariencia de moridero que tiene el poblado y un lenguaje chispeante con mucho humor y muy vivo.

- Con "Todo arde" cierra una trilogía que empezó con un libro de cuentos, siguió con un poemario y acaba con una novela.

-La novela es el juego último. Cierra un camino que he ido madurando durante estos últimos cinco años. Ahora toca cambiar de panorama, escribiré una historia distinta aunque seguirá siendo mi voz.

- ¿De verdad está convencida de que el amor siempre deja luz, como se dice en la novela?

-Siempre. El amor es el único superpoder que tenemos los humanos que no tiene ninguna lógica, no requiere ningún resultado y siempre tiene un componente muy luminoso.

- Pero también hay ángulos oscuros en el amor.

-Esa oscuridad hace que la luz brille.

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